cannes - Más sobrio, y quizá menos cínico que en sus últimas películas, Woody Allen abrió ayer la 69 edición del Festival de Cannes con Café Society, un ejercicio de cine clásico que relata una historia de amor ambientada en los años treinta. Se trata de la tercera vez, después de Midnight in Paris (2011) y Un final made in Hollywood (2002), que el octogenario director neoyorquino inaugura este certamen, donde siempre se le acoge con reverencia.
Aunque es difícil que una nueva obra del prolífico autor pueda sorprender, Café Society -recibida con aplausos- recupera claves del cine de Allen y se sumerge en sus temas recurrentes como el judaísmo, la religión, la muerte y, por encima de todos, el amor. “Siempre me he visto como un romántico, aunque las mujeres de mi vida no lo compartan... Si les preguntas a ellas dirán que lo soy, pero no al estilo de Clark Gable, sino como un romántico estúpido”, dijo Allen.
El director atribuye esa visión romántica, que proyecta por ejemplo en su visión de Nueva York o de las relaciones amorosas, a la “influencia indeleble” que le causaron las películas de Hollywood en su infancia. Todo eso está recogido en Café Society, donde el ambicioso joven Bobby Dorfman (interpretado por Jesse Eisenberg) viaja a Hollywood desde su Bronx natal para labrarse un futuro junto a su tío Phil Stern (Steve Carrell), con quien también compartirá el amor por la bella Vonnie (Kirsten Stewart). Dorfman prosperará hasta hacerse un nombre en la alta sociedad neoyorquina -de ahí el nombre de la película-, pero deberá disputarse con su tío el amor de Vonnie/Stewart, que roba cada plano en el que aparece. El triángulo amoroso, así pues, está servido. Pero Café Society va más allá para dibujar el retrato de una familia judía de los años 1930, con una forma novelesca que la emparenta con la obra de grandes escritores judíos estadounidenses.
Y aunque es un habitual de Cannes, el realizador sigue teniendo alergia por la competición, por lo que Café Society fue presentada fuera de concurso. “No creo en la competición para las películas, aunque es fantástica para los deportes (...) No puedes determinar si un Rembrandt es mejor que un El Greco, o si un Matisse es mejor que un Picasso, en todo caso solo puedes decir cuál es tu favorito. Juzgar el trabajo de otra persona es algo que nunca haría”, sentenció.
premios “rigurosos y sinceros” Unos premios “rigurosos y sinceros”. Esa es la tarea que se han impuesto los miembros del jurado de la competición oficial del 69 Festival de Cannes, presidido por el realizador australiano George Miller y que cuenta también con Donald Sutherland, Kirsten Dunst o Vanessa Paradis. “No somos políticos, somos un pequeño grupo que nos apoyaremos mucho para decidir todos los premios”, dijo Miller en una rueda de prensa en la que los miembros del jurado se mostraron dispuestos a ser responsables, en palabras de la actriz italiana Valeria Golino, neutrales -como dijo el actor danés Mads Mikkelsen- y humildes, según resaltó el director húngaro László Nemes. - Efe