bilbao - Obras maestras de Picasso, Braque, Modigliani, Brancusi o Delaunay permiten reconstruir en el Museo Guggenheim de Bilbao el París de principios del siglo XX, el periodo de entreguerras en el que trabajaba un grupo heterodoxo de artistas que convirtió la ciudad del Sena en el centro de la creación. Panoramas de la ciudad: la Escuela de París 1900-1945 está compuesta por más de cincuenta obras pertenecientes a la Colección del Solomon R. Guggenheim Museum de Nueva York y podrá contemplarse únicamente en Bilbao desde hoy hasta el 23 de octubre. Se trata de la primera exposición fruto de la renovación del Acuerdo de Gestión con la Solomon R. Guggenheim Fundación (SRGF) para los próximos veinte años que contempla la organización cada dos años de una muestra formada con fondos clave de la colección del museo neoyorquino.

En esta ocasión son obras de artistas que contribuyeron de forma destacada a hacer de París el epicentro del arte entre las dos guerras mundiales, periodo que se caracterizó por los intercambios, la confrontación de ideas y el pluralismo de estilos.

A modo de gabinete de arte, la muestra ocupa tres salas del Guggenheim, y se pueden contemplar algunas obras nunca exhibidas en España, al tiempo que se quiere recrear la capital de la vanguardia a la que acudieron creadores de todo el mundo atraídos por su desarrollo económico, su situación social de mayor libertad y la presencia de destacados artistas y escritores.

Allí fue donde Picasso y Braque revolucionaron las convenciones en la pintura con sus proposiciones cubistas, movimiento al que está dedicada la primera de las salas presidida por Le Moulin de la Galette, obra pintada por Picasso en otoño de 1900, año en el que por primera vez visitó París acompañado de su amigo Carlos Casagemas.

Su estancia en la capital le dio la oportunidad de acudir a los cafés que habían inspirado a Toulouse-Lautrec, Degas y Manet. Situándose como espectador de la escena, Picasso muestra damas con atractivos trajes de noche, labios rojos y elegantes sombreros emplumados junto a caballeros de levita negra con chisteras.

Los años que van desde 1909 hasta 1911 fueron fundamentales en la definición del cubismo y a ellos pertenecen otras obras de Picasso, como Botellas y vasos, que visita por primera vez el museo de Bilbao, y de Braque, artistas que configuraron recursos estilísticos muy afines.

Pero no solo ellos protagonizan este primer espacio en el que también se pueden contemplar pinturas de Juan Gris, Jean Metzinger, Frantisek Kupka, Andre Derain así como de los hermanos Duchamp. Lucía Agirre, curador del Guggenheim de Bilbao, destacó la presencia de L’Italienne (1916), la primera obra de Henri Matisse que entró a formar parte de la Colección del Solomon R. Guggenheim Museum de Nueva York. “Es una obra muy original que recuerda al retrato que Cézanne hizo de su mujer”. Esta pintura se exhibe frente a un gran desnudo con collar de Modigliani de 1917, “que cuando la presentó por primera vez en una exposición fue un escándalo y se la cerraron”.

La siguiente sala muestra cómo en torno a los años de la Primera Guerra Mundial los artistas emplearon la estética cubista con fines diferentes, como explorar la abstracción pura y la ciencia moderna, o trasladar al ámbito de lo contemporáneo la espiritualidad de las tradiciones populares. Introduce a este espacio Ventana a la ciudad, de Robert Delaunay, Marc Chagall, con El soldado bebe y Violinista y Brancusi con sus impresionantes esculturas de madera. La pintura Mandolina y guitarra (1924) de Picasso da paso al último de los espacios en el que se muestran obras de artistas del movimiento surrealista que André Breton inició en 1924. Con nombres como Alexander Calder, Yves Tanguy, Arp, Jean Hélion, Wifredo Lam, Man Ray, Torres-García, Joan Miró o Kandisnsky.- Efe