gasteiz - El nuevo trabajo del historiador y antropólogo donostiarra marca paralelismos entre dos personajes que fueron coetáneos, ambos del XVII, y murieron con dos años de diferencia: El Greco y Miguel de Cervantes. Un viaje en el que Don Quijote puede ser el Conde Orgaz y Cervantes El caballero de la mano en el pecho. Un recorrido histórico curioso y con muchos recovecos en los que se marcan las relaciones entre el Estado y la Iglesia.

Don Quijote, El Greco? ¿Con quién nos quedamos?

-Empecé a escribir una biografía novelada de El Greco y me encuentro con que El Greco que ha llegado a Roma invitado por el cardenal Farnesio coincide con un personaje muy peculiar y también cardenal, Acquaviva, que es paje de camas.

Una profesión curiosa.

-Pues ese personaje que ejerce como paje de camas es nada menos que Don Miguel de Cervantes. Coinciden los dos en el Vaticano y a partir de ahí empieza una historia donde Sancho Panza se convierte en El Greco o viceversa. Hay una cabalgadura que se va secuenciando en el tiempo, de Venecia a Roma y de Roma a Toledo.

Es algo así como rizar el rizo en la literatura y en la pintura.

-Va a haber un solapamiento entre las dos y en Toledo nos volvemos a encontrar con Cervantes y con El Greco.

¿Ha aprovechado que el IV centenario de la muerte de El Greco fue hace dos años y el de Cervantes es este año?

-Ni sabía que era el de El Greco ni el de Cervantes?

Pues se han publicitado bastante...

-Pero yo soy una persona caprichosa que me voy dejando llevar por los vientos y cayó en mis manos una biografía heterodoxa y extraña de El Greco. Esta historia empezó en una charla de barra de obra con Fernando Arrabal, que me habló de una biografía que estaba escribiendo él sobre El Greco?

Y luego se puso escribir usted sobre lo mismo, qué coincidencia, ¿no?

-No, Arrabal decía que él despertaba las pasiones eróticas de El Greco. Eso me despertó la curiosidad. Empecé a indagar por mi cuenta en la heterodoxia de El Greco y en la de Cervantes.

Personajes coetáneos que usted marca con unos paralelismos un poco extraños.

-Ambos son dos personajes ilustrados en una Europa muy reformista y contra reformista; son lectores de Erasmo, neoplatónicos, son humanistas a su manera. Voy viendo que coinciden ambos de una manera curiosa y que mis investigaciones están pidiendo una novela que no se conocía hasta ahora.

¿No es una osadía juntar a estos personajes de la cultura en una misma novela?

-Me he atrevido a bucear en la biografía de uno y de otro, a buscar los puntos de solapamiento, encuentro o cortocircuito donde se cruzan los cables y salta la chispa. El entierro del conde de Orgaz parece la muerte o el renacimiento de Don Quijote y El caballero de la mano en el pecho es manco puede ser Cervantes.

¿Una novela de investigación sobre dos personajes bastante enigmáticos de la historia de la cultura española?

-Es un viaje a la vida con dos personajes que vivieron intensamente. Espero que los lectores se zambullan y encuentren algo que remueva su vida.

¿Es difícil escribir en esta época?

-Difícil es vivir, y vivir cansa, escribir también. En todas las épocas ha sido difícil escribir, pero yo no sé hacer otra cosa.

Usted también es historiador?

-Antropólogo también, soy muchas cosas. Ahora me lo paso bomba haciendo crucigramas literarios?

¿Eso también entra entre sus labores profesionales?

-Son crucigramas en clave. Mientras la gente ve la televisión, yo me hago un crucigrama con autores y personajes de novela.

Supongo que van destinados a personas cultas.

-Es como para darle un premio al que lo resuelva.

¿Tan difícil lo ha puesto o tan poco sabemos?

-La literatura tiene mucho de crucigrama. Cuando escribes una novela empiezas rellenando casillas; nunca sabes bien con cuáles se van a cruzar o con quiénes se van a encontrar. Es como la vida misma. En una casilla vertical te encuentras al conde Orgaz y en las horizontales te puedes encontrar al arzobispo Carranza, un personaje fascinante de aquella época.

Está usted muy puesto en la cultura del XVII.

-Soy historiador y me gusta la historia. Carranza es arzobispo de Toledo, la diócesis más importante de la cristiandad después de Roma, y a tanto llegó el agua en la España de la contra reforma que le acusan de herejía. Felipe II, para salvarle el cuello, le envía al Vaticano para que lo juzguen allí. ¿Qué le parece?

Una lección de historia.

-Imagínese qué tiempos. Al segundo en la cristiandad después del Papa le tienen en las catacumbas del Castel S´Angelo. Lo tienen pudriéndose junto con herejes confesos y condenados. En esta época vivieron los protagonistas de mi novela. Son personajes que se ocultan. Cervantes oculta todo su conocimiento en claves dentro de El Quijote; El Greco oculta todo lo que sabe en lienzos como El entierro del conde de Orgaz o El caballero de la mano en el pecho, también en otros cuadros que fueron de encargo.

¿‘El expolio’?

-Sí. Es un encargo para la sacristía de la catedral de Toledo. Se trataba de pintar a Cristo cuando le arrancan la túnica y lo desnudan, lo humillan y se ven las marcas de la flagelación. El Greco lo pinta con una túnica de un rojo carmesí que parece un Valentino, no muestra la flagelación y lo enseña como un ser que se eleva. Es una bofetada a las creencias de la Iglesia de su tiempo.

Se salta todo el Concilio de Trento, pero ¿es un provocador?

-Pues sí, cada pincelada de El Greco es una bofetada a la Iglesia.