Todo concurso tiene su premio. Pero en el caso del ya veterano Gazte Klik Klak el galardón siempre ha sido diferente. Nunca se ha buscado otorgar una gratificación en metálico y ya está. La intención, para de verdad apoyar a la creación joven, ha sido acompañar a los triunfadores de cada edición en la realización de una exposición colectiva de carácter profesional gracias al acompañamiento de artistas de recorrido, una distinción bautizada como Tetrapack, que desde ayer vuelve a encontrarse con el público en Montehermoso.
Al centro cultural regresan por tanto Jennifer Custodio Pérez, Jaime Venegas, Andrea Zárate Oñate y Mikel Arranz Bombín, pero en este caso no para apelar al espectador a través de las piezas que presentaron a la última edición del concurso organizado por el Servicio municipal e Juventud como sucedió hace unos meses, sino para exponer los proyectos creativos que ese certamen ha posibilitado de manera posterior y para cuya realización, los cuatro han tenido a mano el apoyo, la colaboración y la exigencia de Pili Aguado e Iker Fidalgo (Colectivo Norte). Ahora, eso sí, es el momento del otro, del público, de aquellos que acudan hasta lo alto de la colina hasta el próximo 1 de mayo, fecha de finalización de la muestra inaugurada ayer por la tarde.
“Ha sido una aprendizaje de ida y vuelta”, señala Fidalgo, consciente de que los jóvenes creadores les han aportado a Aguado y a él “aire fresco” y también no pocos retos para cumplir plazos y atender a necesidades. Los autores, por su parte, ponen en valor es la labor de tutorización que han recibido, esa parte fundamental de un premio que se traduce en cuatro propuestas que en fondos y formas son distintos aunque compartan puntos de encuentro.
En lo que se refiere a Venegas, siguiendo la idea del skate y la urbe que ya trabajó en las piezas que le valieron ganar el concurso, presenta Off to nowhere, donde el audiovisual y la fotografía se unen para atravesar la ciudad bajo la luz invernal.
A la naturaleza apela Zárate a lo largo de las imágenes que componen Simbiosis, a esos árboles de ciudad que parecen inmóviles ante el ojo humano aunque compartan con él vida y momentos.
También lo natural y lo humano, aunque en un plano por completo distinto, se cruzan en Transfiguraciones, de Arranz, quien presenta una instalación en la que la muerte apela a la reflexión del espectador.
También la pérdida, la desaparición, la nada juegan su papel determinante en Betrayals, de Custodio, quien se sirve de la corta vida de las polaroid para generar distintos planos de una serie de fotografías en principio inconexas a las que somete a un proceso de gigantismo.
Así se configura una muestra que los cuatro ven complementaria, lógica, atrayente más allá de las diferencias entre sus obras.