desde que el desaparecido Jesús Hermida, creador de la nueva forma de hacer televisión en el país, pusiera en marcha programas de larga duración con contenidos diversos, las mañanas televisivas han sido de ellas, con peleas por la audiencia y las pelas, que todo va unido en este negocio fabuloso de la tele que nos inunda y avasalla. El diario combate entre reinonas mediáticas se mantiene en estos momentos de mañanera ebullición con Anarrosas, Marilós y Susanas, dispuestas a batirse el cobre con denodado empeño y propuestas mediáticas de muy similar parecido en formato clónico y copiado.

Los programas de las mañanas, tras los consabidos informativos de cada cadena, están construidos sobre el star system, y son las estrellas de la mañana las que conducen espacios de largo minutaje que ocupan parrillas mañaneras con más o menos éxito, siempre trufadas por asuntos de interés informativo, con numerosas conexiones a pie de juzgado o centro penitenciario, cuando no, políticas ruedas de prensa en el Congreso de los diputados, ya que la actualidad hispana da para mucho con tanto chorizo, presunto asesino y renovados personajillos de actualidad. Ellas y sus numerosos equipos de colaboradores arman el chiringuito con mayor o menor habilidad, con mayor o menor acierto, y siempre haciendo de su real presencia mediática el centro de interés y atractivo de las millonarias audiencias que satisfacen los intereses de las cadenas más importantes.

Cada una con estilo, personalidad, hacer profesional en carrera por el éxito, que de momento se decanta por Ana Rosa y su espacio mañanero. Tertulias, vídeos a mogollón, entrevistas, temas que van pasando con inusitada facilidad, la mañana se convierte en espacio por el que transitar con facilidad narrativa y masaje mediático facilón. Un modo de hacer televisión en agradable compañía cuando las ollas hierven y los pucheros se templan camino del mediodía.