Madrid - Cien años de perdón, la nueva película de Daniel Calparsoro, es un “thriller de acción”, “una película de atracos” con vocación de “entretener”, pero también de “reflejar lo que es la sociedad española”, con referencias a la corrupción y a los entresijos del poder. “La historia habla de que todos tenemos secretos, del miedo que eso puede generar y cómo puede desestabilizar las cosas”, explicó el director del filme, que se estrena el próximo 3 de marzo con un poderoso reparto que encabezan Luis Tosar, Rodrigo de la Serna, José Coronado y Raúl Arévalo. “Hay un punto canalla y una mirada irónica sobre la situación política actual, pero no es una película política o sobre la corrupción”, precisa. “No se trata de denunciar ni de dar lecciones a nadie”.
El guion, de Jorge Guerricaechevarría, arranca una mañana lluviosa en la que seis hombres toman al asalto un gran banco de Valencia. El robo se complica cuando la directora de la sucursal (Patricia Vico) desvela un secreto que contiene una de las cajas de seguridad y que pone en jaque al Gobierno. Tosar y el argentino De la Serna lideran la banda de asaltantes, mientras que Coronado, Arévalo y Marián Álvarez son los “fontaneros” del poder político.
Rodada entre Buenos Aires, Valencia y Gran Canaria, Cien años de perdón cuenta con la habitual factura visual impecable de Calparsoro, que nada tiene que envidiar al cine de acción norteamericano. Calparsoro sitúa sus últimos trabajos en la órbita del nuevo cine de género español, con vocación comercial. Y si hay un actor asociado a ese género últimamente es Luis Tosar. “Yo creo que es un poco casual. Han coincidido varias películas en esa línea, y precisamente las dos últimas tienen que ver con bancos y cierta justicia poética”, afirma el actor gallego. No obstante, Tosar dice añorar que se haga más cine político en España. “Este película es una pequeña incursión, pero queda mucho por hacer y por contar, a mi me encanta el cine político”. “Los americanos no tienen ningún pudor en exhibir sus escorias. Nosotros somos un poco miedosos en ese sentido, un poco vasallos. Nos viene en el ADN, al ser una monarquía parlamentaria, que es una cosa absurda, tenemos un respeto a la autoridad que aflora en los momentos más inadecuados”, considera. - Efe