En concreto, y quien se acuerda a la perfección de la fecha es Sammy Metcalfe, el día señalado fue el 5 de mayo de 2006. Él, la finlandesa Malla Sofia Pessi y la gasteiztarra Iara Solano estaban en la recta final de sus estudios universitarios en Londres, donde se habían conocido, y miraban de frente a un futuro que estaba a punto de llegar. “Nuestro único deseo en ese momento era ser artistas”, rememora el inglés. “Crear era la palabra mágica, queríamos crear, crear y crear... Pero es que éramos muy inocentes”, apunta Solano. Fue en un bar de la capital inglesa, “en plena happy hour”. En ese lugar y en aquel instante nació Sleepwalk Collective.
Ha pasado una década de aquello y aunque la inicial bisoñez desapareció pronto, lo que sí permanece es la inagotable sensación de búsqueda permanente, de experimentación e inconformismo. “Estaríamos locos si siguiésemos realizando lo que sabemos hacer”, describe la actriz vitoriana, aún siendo conscientes de que esa fragilidad puede, al mismo tiempo, ser positiva y negativa. “Esa inestabilidad, a nivel personal, te va haciendo mella y te va cansando, te va haciendo herida, como el roce del zapato; pero con los años hemos aprendido a entender que también eso es parte del ecosistema en el que estamos viviendo y creando”.
Pandora’s body y Pandora haunted empezaron a dibujar una senda que en estos años han recorrido piezas e intervenciones como Y la noche es un océano, Por qué están bailando y para quién están bailando, Karaoke, Actress o la última Domestica, a la que siguen dando forma y fondo compartiendo el proceso con el público. “Nos ha costado unos años encontrar sobre qué queríamos hablar, por qué estábamos creando arte”, asume Metcalfe, al tiempo que Solano añade que “por qué y para quién son dos preguntas que nos hemos hecho muchas veces y la realidad es que las certezas que hemos ido teniendo se han roto constantemente, lo que está bien porque nos ha llevado a estar siempre en movimiento”.
Impulso, vulnerabilidad, emoción, intensidad... Son conceptos que se asoman a la hora de intentar acotar un sello propio, una manera de hacer que se aleja de los convencionalismos, que transita a la vez por distintas disciplinas creativas, que tiene una especial preocupación por las formas de comunicación y por cómo están cambiando las maneras de relacionarse con el mundo e interpretarlo. Pero todas estas palabras no pueden poner fronteras escritas a lo que escapa de formas y fondos establecidos, a aquellos mecanismos de entretenimiento que dicen cómo y cuándo hay que reaccionar a determinados estímulos o discursos culturales. “En los festivales de contextos performativos no terminamos de encajar y en los teatrales tampoco” ejemplifica Solano, aunque esa teórica rareza ha traspasado fronteras, también geográficas.
Desde Gasteiz Tras los primeros pasos en Londres, una beca de Krea les trajo a Vitoria por un periodo que, en principio, no iba a ir más allá de seis meses pero que dura hasta hoy, aunque la situación económica está haciendo muy difícil la decisión de quedarse aquí. “Llevamos un año y medio o dos intentando evitar marcharnos a Reino Unido como empresa. Vivimos aquí, trabajamos aquí, queremos contribuir aquí, pero nos lo ponen francamente difícil. Es la parte fea de todo esto” denuncia Solano.
En la capital alavesa, de hecho, no sólo trabajan como Sleepwalk Collective sino que además el grupo es parte del colectivo Factoría de Fuegos, responsable de los festivales inTACTO y 150 Gramos así como de las Noches Scratxe. “Los artistas necesitamos vivir en comunidad, también con el resto de la ciudad”, aportando, intercambiando, proponiendo y viendo, como señala la actriz “que hay gente joven con ganas empezando” en espacios como la sala Baratza.
Aún así, su agenda habitual discurre tanto en el Estado como, sobre todo, en Reino Unido, sin olvidar sus giras por países como Cuba, Australia, Canadá... En este sentido, su próxima parada será Brasil, donde van a permanecer durante tres meses realizando un nuevo proyecto que a la compañía le hace especial ilusión por lo que supone de cambio en su propio caminar. Un encuentro hace un par de años en Madrid con la bailarina y coreógrafa Daniela Pérez se tradujo, en un primer momento, en un montaje de audio-danza para el certamen vitoriano 150 Gramos. Aquello se convirtió después en satisfacer la necesidad de realizar un segundo proyecto presentado, y aprobado, en el país americano, iniciativa ampliada después al aparecer la posibilidad de dirigir a los bailarines del Balé da Cidade de Palmas. “Es una situación nueva para explorar y nos encanta”. A la vuelta, en octubre volverán a girar por tierras británicas con Domestica, una producción “en la que seguimos trabajando y que queremos terminar por fin”.
Así que el décimo aniversario les llega lleno de proyectos. “Cumplir diez años tiene un cierto peso en nuestro sector, está muy bien saber que hemos sobrevivido”, apunta Metcalfe, que a la hora de soplar las velas y pedir su regalo solicita “tener ideas nuevas, no quedarme en lo que conozco”. Solano, por su parte, desea, además de poder disfrutar más del momento, “que caigan los mitos de que lo minimalista, lo frágil y lo experimental se queda para cuartos oscuros y húmedos, que pueda ser colocado en grandes escenarios” como, de hecho, ella percibe que cada vez sucede más.
Si ambas peticiones se cumplen, ya se verá en el futuro. Falta, además, la de Malla Sofia Pessi, que sigue formando parte del grupo aunque sea desde tierras finlandesas. “Es nuestro satélite”. A aquellos tres “jóvenes e inocentes”, Solano y Metcalfe les dirían, si pudieran trasladarse en el tiempo y estar en aquel bar ese 5 de mayo de 2006, que dejasen de preocuparse sobre si son artistas o no, que dejen “a cada trabajo que sea lo que quiera”.