- El director de cine brasileño Sergio Oksman estrena este viernes en España O futebol, un documental tan comprimido como emotivo, en el que vuelca su propia intimidad, ya que la historia que cuenta, el reencuentro de un padre y un hijo que llevan 20 años sin verse y apenas hablarse, es la suya propia. El filme cuenta con ocho precandidaturas a los Goya, entre ellas la de mejor guión, coescrito entre Oksman y el navarro Carlos Muguiro, que se encargó de la dirección artística del Festival Punto de Vista entre 2005 y 2009, y cuyo trabajo con el brasileño ha dado, asimismo, frutos como A Story for The Modlins y Apuntes sobre el otro. La cinta optar también a ser nominada a mejor montaje, realizado por ambos profesionales, así como a mejor película, mejor dirección, mejor dirección de fotografía, mejores efectos especiales, mejor sonido y mejor largo documental.

Al cineasta brasileño afincado en Madrid le llovieron los premios cuando presentó el corto documental A Story for the Modlins (2012), una curiosa recreación de la vida de una familia a partir de unas fotos y cartas halladas en un contenedor de basura en la madrileña calle del Pez. Hoy, Oksman se sitúa en las antípodas de aquel ejercicio y se lanza al largometraje con la historia más íntima que puede aportar un cineasta, la de su familia, rota cuando él tenía 4 años y recuperada en 2013. “Pues aunque no lo parezca, mi padre para mí era tan extraño como lo eran los Modlins”, explica Oksman en una entrevista, cuestionando con humor lo de “las antípodas”. A los 44 años, Sergio se encontró con su padre, Simâo, en Brasil, y “ajustaron cuentas”. “Hablamos, sobre todo de fútbol porque era el léxico familiar, y después me volví a Madrid, pero seguimos en contacto por teléfono”, recuerda.

Entonces, cuenta, decidió quedar con su padre un año más tarde en la ciudad de su infancia, Sao Paulo, coincidiendo con la celebración del Mundial de fútbol, y grabar aquellos encuentros. Pero la vida fue más dramática que la ficción y a mitad de rodaje su padre falleció repentinamente. “Tenía la obsesión de no hacer una película terapéutica o autobiográfica, sino una cinta donde se mostrase cómo un padre y un hijo pierden el tiempo juntos; una historia rutinaria y casi tediosa de dos señores que nunca han tenido eso y que intentan recuperar el tiempo a través del fútbol”, explica Oksman. Al final, dice, “pasó lo que pasó, y la ciudad se convirtió en una fiesta a la que no estábamos invitados”. “Ahora veo la película como una mezcla entre el control y el azar: el cineasta trataba de controlar, pero el azar ganó la partida”, trata aun de asimilar el realizador, que en toda la entrevista intenta que quede clara la separación del hijo que ha perdido al padre del “personaje hijo”.

Oksman volvió a España con 50 horas de material; hacer la película no fue “mostrar un registro de la realidad y ya está”, explica, sino que hubo un ejercicio de construcción posterior a través del montaje. “Tomé las decisiones formales antes de rodar; tenía que elegir, sobre todo, cómo mostrar mi ciudad después de 20 años, cómo hacer ver aquel tiempo suspendido y, después, contar la muerte de mi padre. Yo sabía que no quería nostalgias, así que todo pasa mientras el Mundial no para”, refiere. Un rabioso seguir que él dibuja mediante informaciones subtituladas del partido que se juega cada uno de los días; no se sabe dónde, ni se ve a los jugadores -a veces se oye el rumor del estadio o se les intuye en televisores de bares y casas-, ni tampoco se dice el resultado.

Padre e hijo moviéndose por Sao Paulo en el utilitario de Simâo, símbolo del hogar que nunca compartieron, y que el director utiliza como símil de sus vidas: al lado, mirando cada uno hacia adelante, apenas cambiando dos palabras y nunca, o casi nunca, mirándose el uno al otro. Una película donde el fútbol lo impregna todo y aún así está llena de silencios, como la mirada perpleja y sin respuesta del anciano, cuando Sergio le cuenta que ahora es él el que se encuentra en una situación complicada con su propio hijo al divorciarse de su esposa. “Mi padre no estaba enfermo, fue repentino, un azar. La película nos permitió ser padre e hijo los últimos días de mi padre; si no hubiese habido película no habría sido así”, se consuela Oksman.

Tras pasar por Locarno y ganar el Festival de Florencia Dei popoli, la cinta abrió la semana pasada el festival on line Márgenes, de España, Portugal e Iberoamérica, y el próximo viernes llegará a las salas españolas.