madrid - La industria cinematográfica islandesa es pequeña, pero este año está despuntando, y Grimur Hakonarson ha sido uno de los responsables gracias a Rams: El valle de los carneros, un sencillo y exótico drama rural que aborda la “especial relación” de los islandeses con las ovejas.

La película, que se estrena en España este viernes, acaba de llevarse la Espiga de Oro de la Seminci y triunfó también en la sección Un certain regard del pasado Festival de Cannes con su relato sobre dos hermanos que viven puerta con puerta en una aldea remota islandesa y llevan 40 años sin hablarse. “El aislamiento te vuelve algo excéntrico e independiente. Los islandeses tenemos un carácter especial, no sólo en el campo. Somos una isla en medio del océano y hemos estado históricamente muy aislados”, describe el realizador y guionista.

Dice Hakonarson, que debutó en la ficción en 2010 con una comedia no estrenada en España, que una de sus películas favoritas es Happiness, de Todd Solondz, y su huella no es difícil de rastrear en Rams, con esa combinación de oscuridad, humor y extrañeza. “La idea básica del guión, dos hermanos que no se hablan y viven al lado, es tragicómica, así que ese tono me resulta natural para la historia”, afirma. Luego precisa: “Parte del humor ha salido solo, pero también hay un trabajo intencionado, porque no quiero que mis películas sean muy oscuras”.

El filme plantea cómo Gummi y Kiddi, que se dedican a la cría de ovejas, se ven forzados a confrontar el muro de silencio que han construido entre ellos cuando descubren que una plaga de tembladera amenaza a todo el valle y las autoridades les obligan a sacrificar a todo el ganado. “Los islandeses tienen una conexión especial con las ovejas. Las ovejas llegaron a Islandia con los primeros colonos y han sido el principal modo de vida históricamente”, explica Hakonarson, de 38 años.

“Uno de los propósitos es que la gente que vive en las ciudades pueda sentir esa conexión con las ovejas, y creo que lo he conseguido. Gente que primero me decía que a quién le importaban las ovejas después de ver la película han entendido mejor esa pasión”.

“Ahora mismo hay un caso en Islandia que está teniendo cierta repercusión sobre un granjero que se ha visto obligado a sacrificar sus carneros y está luchando por obtener un permiso para que lo entierren con ellas”, añade.

Sobre las dificultades de rodar con animales, el cineasta asegura que está familiarizado con ellos y que hicieron un “casting” para seleccionar las ovejas “más calmadas y más bellas”. Aún así hubo momentos complicados. “Hubo un momento en que teníamos que meter a más de 200 ovejas en una casa y hubo una especie de revuelta. Se desperdigaron todas y necesitamos más de dos horas para juntarlas, pero en general se portaron bien”, describe.

La otra cinta islandesa del año es Sparrows, de Rúnar Rúnarsson, ganadora de la Concha de Oro en el Festival de Cine de San Sebastián, premio al que acaba de sumar el máximo galardón de la Muestra de Cine de Sao Paolo, que retrata la dureza de una vida sin noches. - Efe