Escenarios distintos, públicos diferentes. Dentro y fuera de la programación del Festival de Jazz de Gasteiz, son miles las personas que se mueven entre la oferta de actuaciones que propone la ciudad a lo largo de estos días formando un ecosistema heterogéneo donde todo es posible. También las opiniones sobre lo que es o debería ser el certamen, los recitales de este año, los precios de algunas barras...

De todas formas, hay rituales que nunca cambian. Sucede en Mendizorroza, donde el personal ha puesto a prueba esta vez la tan vendida remodelación del viejo polideportivo. Y la verdad es que el veredicto no es bueno porque el principal problema del edificio se mantiene, unas sillas de madera que son capaces de llevar al límite la espalda de cualquiera, sin olvidar que sólo unos baños se han reformado y que hay carencias que o se atajan de forma integral o no hay manera. Mejor parece que le han ido las cosas al nuevo sistema de venta de entradas con código QR que ha puesto este año en marcha la cita, más allá de algún que otro problema lógico en la primera jornada.

Alaveses que casi sólo se ven una vez al año entre las paredes de Mendizorroza y no pocos habituales del certamen que vienen desde otras partes del Estado y nunca fallan comparten cada noche conversaciones y valoraciones, así como algún que otro viaje a la zona del bar intentando no encontrarse con las habituales filas para aprovisionarse de comida o bebida. Y ha habido días que esto no ha sido sencillo. La Noche Gospel de este año, por ejemplo, duplicó la venta de bocadillos y líquidos varios con respecto a 2014.

Más tranquilas suceden las cosas en un Principal que suele rondar la media entrada y que se convierte durante estos días en un lugar muy singular donde la cercanía, también con los músicos, es un punto a favor. Aquí, eso sí, es fácil encontrarse con los más militantes y, por lo tanto, también con los más críticos incluso en cuestiones de sonorización, como sucedió el martes con el concierto de Jason Maralis.

Pero el jazz está repartido esta semana por muchos espacios. Lejos queda, además, cuando los locales de la ciudad centraban toda su oferta a medianoche. Así que desde los más pequeños hasta los que ya peinan canas se van dando el relevo desde la tarde, buscando la alternativa que más les puede ir.