Bilbao - A día de hoy, las obras del artista afroamericano Jean-Michael Basquiat (1960-1988) alcanzan en los mercados de arte cifras vertiginosas y siguen siendo un referente para nuevos artistas. “Estaría feliz de ver cómo su voz se escucha en todos los lugares del mundo, viendo que su obra sigue vigente”, explican sus hermanas Jeanine y Lisane, que viajaron desde San Diego a Bilbao para asistir ayer a la inauguración de la exposición que el Guggenheim le dedica este verano.
Jeannine y Lisane, que custodian el legado de su hermano, recuerdan a Basquiat, que murió con solo 27 años, “como un joven divertido, siempre sonriente y muy creativo”. Y desmontan leyendas que han rodeado al artista, que con sus sprays convirtió las paredes de Manhattan en sus lienzos. A los 21 años, ya era una celebridad y vendió todas las obras de su primera exposición individual; el rap, la cocaína, el jazz, su fugaz encuentro con Madonna o su trabajo con Warhol, acabarían convirtiéndole en un mito de la contracultura. “No es cierto que fuera un vagabundo. Pertenecemos a una familia de clase media-alta; realmente vivíamos bien. Decidió instalarse en las calles porque lo vio necesario, quería vivir su pasión por el arte”, sostienen.
En 2013, su cuadro Dustheads alcanzó los 48,8 millones de dólares en una subasta en Nueva York codeándose con los precios de los Picasso, Pollock o Roy Lichtenstein. “Estaría muy orgulloso, feliz de que su obra se siga escuchando 25 años después. Y que la gente siga disfrutando de ella. Para él no era una cuestión de dinero sino de reconocimiento”. No obstante, añaden que “le dolería ver que los abusos raciales que denunciaba en sus pinturas se siguen produciendo ahora igual que entonces. Realmente lo que era, lo que quería decir, está expresado en su obra. Su voz habló mucho y muy alto”.
Recorrido La exposición Jean-Michel Basquiat: Ahora es el momento, que está patrocinada por Iberdrola y comisariada por Dieter Buchhart y Álvaro Rodríguez Fominaya, reúne 100 obras y ocupa la tercera planta del museo en su totalidad. El recorrido se inicia por sus cuadros más tempranos en torno a uno de sus temas principales: las calles. Sus lienzos consiguieron captar su alma y el alma de las calles neoyorquinas. El espectador se topa con el cuadro Coches chocando (1981), inspirado en el atropello que sufrió con 8 años. Durante su convalecencia, su madre le regaló el manual de Anatomía de Gray, que tendría gran influencia en sus pinturas.
Basquiat utilizaba la pintura en spray y trabajaba con materiales que encontraba por las calles: ventanas, puertas o restos de gomaespuma. En 1977, comenzó a realizar grafitis en las paredes del Bajo Manhattan, firmando con el acrónimo SAMO, que significa Same old shit (literalmente la misma vieja mierda). Entretanto, vendía postales y camisetas decoradas por él mismo para ganar dinero. Basquiat, que en menos de una década fue capaz de producir 3.000 obras, sentía una verdadera fascinación por el expresionismo abstracto y artistas como Willem de Kooning, Pollock o Cy Twombly. En su trabajo también se aprecia la influencia de vanguardistas europeos como Matisse y Picasso. Todo esto, unido a su interés por la cultura popular, la simbología negra o la crítica a la sociedad de consumo, fueron conformando su peculiar universo estético.
Tributo a las personas negras Basquiat desafió la historia occidental y creó imágenes que rinden tributo al hombre negro como rey y como santo. “La mayor parte de los protagonistas de mis lienzos son personas negras, al contrario de lo que ocurre habitualmente”, aseguraba. A través de su recurrente motivo de la corona, el artista otorga majestuosidad a sus héroes: atletas, boxeadores, músicos y escritores. El espectador se adentra en otra sala en la que se oye de fondo el famoso discurso Tengo un sueño, de Martin Luther King. Sus pinturas provocadoras llenas de historia transmiten algunos hechos que están sucediendo ahora en Estados Unidos, insistiendo en que las personas negras importan. Impresiona su lienzo dedicado al grafitero Michael Stewart, muerto por la policía en 1983. Había sido arrestado por pintar un vagón de metro. Todos los policías fueron absueltos. “Podía haber sido yo, podía haber sido yo”, fueron las palabras de Basquiat cuando se enteró. En la sala 303 también se puede ver Moisés y los egipcios, de la colección del museo. Entre 1983 y 1986, colaboró con Andy Warhol, con quien mantuvo una gran amistad. Una fructífera alianza que supone una décima parte de su producción y que Ronnie Cutrone, asistente de Warhol, definió como “una especie de loco matrimonio del mundo del arte”. “Eran la extraña pareja. La relación era simbiótica. Jean-Michel pensaba que necesitaba la fama de Andy, y Andy creía que necesitaba la sangre nueva de Jean-Michel”. Entre las obras de gran formato de esta sala se encuentran Gana 1.000.000 de dólares (1984) y ¡Peca más! (1985). “No planificaban el trabajo. Warhol comenzaba la obra y Basquiat reaccionaba a lo que había hecho Andy”, explica Buchhart. El Guggenheim también aborda otros temas recurrentes en su obra, como la dualidad y la doble identidad, su apropiación de las imágenes populares de los cómics o la incorporación de la música jazz, punk o hip hop en sus obras, que hicieron de él una especie de artista hipertextual que profetizó la cultura actual de internet. “La idea del hipertexto, de navegar de un lugar a otro, aparece ya en su obra ya que en una misma pieza puede estar hablando de jazz, de la historia o de la anatomía y todo con una densidad de estratos casi arqueológicos”, señala Fominaya. “Esta exposición, junto a la de Koons, convierten al museo este verano en referente cultural europeo”, explicó el director general del Museo, Juan Ignacio Vidarte.
Verano potente en el museo. El Guggenheim Bilbao ha apostado para la época estival por dos pesos pesados del arte norteamericano. Además de la exposición que se inauguró ayer dedicada a Jean-Michel Basquiat, el edificio de Gehry acoge en el primero y segundo piso una retrospectiva sobre Jeff Koons, uno de los artistas contemporáneos mejor pagados del mundo. Una atractiva oferta artística para la época de mayor afluencia del año en el museo.