gasteiz - Aunque también se ha utilizado este concepto en referencia al comercio minorista, el término anglosajón de pop-up se suele vincular más a las nuevas tecnologías. Se refiere a esas ventanas que, cuando se utiliza Internet, emergen de manera automática, además sin que el usuario haya hecho nada solicitando su aparición. Por lo general, tienen un carácter publicitario y, en determinada modalidad -pop-under- puede conllevar que se abran a modo de bucle más espacios vinculados. Conforman un sistema, todo hay que decirlo, bastante denostado por los internautas y, de hecho, existen varios navegadores que incluyen formas de evitar su aparición, aunque lo que le interesa a los promotores de Aterriza Galería es la esencia de la idea.
“Es como una intrusión en la vida normal de cada uno. Esa idea es algo que nos gusta. Así que un día emergemos de una manera y al siguiente de otra, tal vez convocando una exposición en una plaza o en un local poco habitual. Es interesante ir buscando espacios que no están pensados para el arte y aparecer. Y, en ese sentido, queremos que esto sirva de ventana emergente para el arte de esta ciudad, que tan mal lo está pasando porque no hay espacios para exponer ya que han desaparecido muchas salas, ya no quedan galerías... Lo nuestro es crear un espacio flash, una galería que hoy está pero mañana no”, describe la artista Nerea Lekuona, impulsora del proyecto cuyo equipo de trabajo completan Jorge Salvador, Ernesto Iriarte y Sara Corres. “Ojalá no hubiera que hacer cosas de este tipo pero es que ahora mismo estamos en un desierto donde lo único que hay son ecos. Me gustaría que fuese de otra manera. Pero también, al final, cuando hay pocos medios y poca infraestructura, es cuando tenemos que darle a la imaginación y ser de verdad creativos. Compartimos pasión, tenemos mucha ilusión y eso es lo que mueve los proyectos”.
El primer paso ha cristalizado en el programa Superstudio, cuya primera edición se celebró hace unas semanas en el estudio de Gustavo Adolfo Almarcha. Claro que “lo nuestro es más que ir a una galería y ver, lo nuestro es una experiencia”. Y para ello “nos metemos en la intimidad de un artista. Podemos conocer los detalles de su obra y de su persona, y podemos adquirir una obra en el mismo sitio donde se ha generado, que también es un valor añadido”.
Asimismo, “para el artista también es importante la relación con el público porque en una exposición normal, él o ella, como mucho, está con la gente y escucha sus comentarios el día de la inauguración y no más. En nuestro caso, lo que proponemos es una galería flash, que surge de un modo imprevisto y espontáneo”, algo para lo que es necesario contar con un equipo que tenga una “capacidad de respuesta rápida y ágil puesto que no requerimos de muchos medios; así que si una idea nos gusta, en dos o tres semanas de trabajo podemos hacer una intervención”, describe Lekuona, que empezó a darle vueltas al proyecto tras visitar la última exposición de Almarcha en Montehermoso hace unos meses. Quiso comprar alguna obra aunque no pudo al tratarse de un espacio público. “Tuve que esperar a que se desmontase la muestra y un día visité su estudio. Al llegar y ver toda la obra más lo que él tenía allí, fue pensar que la gente tenía que ver eso, su espacio de trabajo y que pudiese adquirir obras”. El artista aceptó “y a partir de ahí fue todo un poco efecto bola de nieve. Apareció Jorge Salvador y me dijo: pero esto hay que publicitarlo, vamos a hacer un vídeo-documental de su vida y de su obra...” y el resto fue un no parar.
En otoño, Aterriza quiere llegar a otro estudio. En mente está la figura del fotógrafo César San Millán, aunque el creador, que también tiene una muestra ahora en Montehermoso, parece mostrarse un poco indeciso. “Sabemos que es reservado y tímido y precisamente por eso le queremos pinchar un poquito”, dice con una sonrisa Lekuona, a la espera de una respuesta afirmativa. Con todo, “nos gustaría hacer, por lo menos, otras dos acciones antes de que termine el año”. Pasos, estos y otros, con los que llegar, por poner un límite temporal, a dentro de un año habiendo “generado un circuito, un espacio, una actividad donde la gente sepa que puede ir, conocer la obra, a su creador... Al fin y al cabo, acostumbrar a la gente a que consuma arte”, aunque eso suponga en el caso de Lekuona adentrarse en otro proyecto más de los muchos que cuentan con su participación o impulso. “No lo puedo evitar, salgo de un fregado y entro en otro. Vivo con ello”, ríe.