Vitoria - Esta vez, la conversación es más pausada. Ha pasado toda la vorágine que suele conllevar una cita como la final del Principal. Además, aprovechando estos días, Manex Agirre se ha podido tomar unas jornadas de vacaciones, también en su labor como técnico de euskera, que compagina, a su vez, con el programa Bertxoko que trasmite Hala Bedi Irratia sin olvidar su presencia en Internet.

A nadie se le escapa que esta vez está viviendo su triunfo de otra manera.

-Es una sensación correcta. La primera txapela fue un momento de euforia, la sensación de un objetivo cumplido después de perseguirlo mucho, la máxima aspiración de mi vida relacionada con el bertso. Con eso cumplido, las cosas se ven de otra manera. Igual, esta vez me ha servido para afianzarme un poco, ganar en confianza y reforzar la relación con el bertsolarismo.

Si me permite, ¿para una persona cuyo trabajo diario es el euskera, ganar un campeonato de bertsolaris es como el colmo del idioma?

-(Risas) Es verdad que me he dado cuenta de que las inquietudes que tengo en este momento de mi vida y las que he tenido desde mi juventud están casi todas bastante relacionadas con el idioma y en concreto con el euskera. Hombre, son dos planos totalmente diferentes aunque el material sea el mismo. Por un lado, está el tema de la normalización y, en lo que respecta a mi trabajo, intentar dignificar un idioma que igual no está en la situación en la que queremos todos. Es un plano más general, relacionado con los derechos, con la vida cotidiana, con una posición hacia la vida. El otro aspecto sería el del bertsolarismo, también el de la literatura que es algo que me interesa. Claro, aquí estamos hablando del plano de la creación. Cuando los bertsolaris estamos creando lo estamos haciendo en euskera y el material que tenemos entre las manos es uno que conocemos muy bien y que sabemos que no está en la situación que desearíamos. Ahí es donde los dos planos se unen. Aún así, sirve para hacer todo tipo de maravillas. O por lo menos así lo intentamos. Ahora mismo estoy un poco acomplejado, pero...

¿Por qué?

-Porque días después de nuestra final fue la de Nafarroa y Julio Soto, el campeón, hizo una final alucinante, mucho mejor que la nuestra. Con el bertsolarismo intentamos sacarle brillo al euskera y decir las cosas de otra manera. Ese trabajo no lo podemos imaginar en otro idioma.

En ese camino, la Asociación de Bertsolaris de Álava, más allá de la labor que se lleva a cabo en las bertso-eskolas, se ha inventado una y mil fórmulas, como los pote-bertsos, para ir más allá de los formatos habituales y llegar de otra manera a distintas generaciones y puntos del territorio. ¿Son pasos de corto recorrido o de verdad hacen camino?

-Puede ser una característica muy nuestra, muy alavesa hacer las cosas así. Aquí no hemos tenido las facilidades de otras zonas sociolingüísticas y hemos intentado llegar al público de todas las maneras posibles. Hace unos años, la puesta en escena del bertso era más estática: escenario, micrófonos, equipo de música... y eso se traducía en un único formato. Claro, a esas propuestas la gente tiene que venir y eso no es tan fácil. Así que el objetivo ha sido llegar, de la manera más cercana posible, hasta la gente y para eso hemos salido a la calle, a las plazas, a los bares. Es evidente que si cambias de emplazamiento también tienes que cambiar el formato. Nos hemos dado cuenta de que así llegamos de manera directa pero también de que eso ha influido también en la forma de cantar que tenemos. Nos hemos vuelto más festivos que antes, menos serios. Eso a mí me gusta, aunque es verdad que ha habido algún momento que casi se nos escapa de las manos porque nos veíamos todos los fines de semana en ese tipo de propuestas. Igual ahora estamos haciendo una diversificación real, es decir, hacer todo tipo de actuaciones y que todas ellas tengan la misma salud. Ahí queda trabajo por hacer, pero bueno, tampoco nos exigimos demasiado.

El campeonato de este año ha presentado un nuevo formato de clasificación en el que usted ha estado siempre en lo más arriba de las puntuaciones.

-Sí, pero las puntuaciones tienes que convertirlas en números desconocidos porque si no, se pueden volver contra ti, sobre todo cuando estás en una posición buena. He intentado no engañarme a mí mismo, más que nada porque en una final todos empezamos de cero. Lo que más cansa es la presión que te haces a ti mismo y para eso es importante vivir el campeonato de una manera colectiva. Nosotros, por ejemplo, hemos entrenado en la bertso-eskola, hemos vivido el certamen en grupo y eso me ha ayudado.

Y eso a pesar de que uno de los competidores ha salido de la misma bertso-eskola.

-Competidor y amigo (risas). Claro que Xabi Igoa es un competidor y cada vez más. Estoy seguro, además, de que no va a ser su última final.

También hay cada vez una mayor presencia de público joven en el campeonato.

-No sé cuál es la media de edad de los participantes de esta edición, pero yo soy de los veteranos, aunque parezca mentira (risas). Sea entre nosotros o entre el público, al final todo es fruto de una labor continua, no hay casualidades ahí. Xabi llegó a la final pero es que a las puertas de ella se quedaron algunos veteranos pero muchos jóvenes también. Todos ellos estuvieron entre el público en el Principal y trajeron a sus cuadrillas. Ahora mismo, los que sustentan el público del bertsolarimo en Álava son los jóvenes. Hay un sector que es básico y muy importante que es de los euskaltzales de toda la vida, que siguen ahí y a los que nunca podremos agradecer suficiente la labor que han hecho, pero estamos ampliando público y eso viene de la gente joven. En eso, vamos en paralelo con la situación del euskera en Álava. La masa crítica se va ampliando en esos sectores.

¿Alguna vez le han entrado ganas de vivir un campeonato desde el patio de butacas en vez de estar sobre el escenario? Este año, por ejemplo, ha habido quien, a pesar de ganar durante muchos años, ha preferido no participar.

-(Risas) Una final del campeonato de Araba es una fiesta total si estás entre el público. Si no, también es una fiesta pero... El día anterior y la mañana de esa jornada son terribles. Alguna vez llegará y espero que sea por una decisión propia, no porque haya quedado fuera de la final. Siempre nos tenemos que tomar un descanso cuando lo vemos conveniente, pero no hay que darle más importancia. Pero nunca he vivido una final fuera del escenario y me da envidia, pero, por ahora, espero que eso no pase.

De momento, durante estos dos años la txapela vuelve a estar en sus manos. ¿Es el tiempo adecuado o se hace demasiado largo?

-En un principio teníamos nuestras dudas. Yo era partidario de hacer el campeonato cada dos años, como viene pasando desde hace ya un tiempo, pero sé que no todos pensamos igual y que hay gente que necesita el campeonato para presionarse a sí mismo, que es algo totalmente lícito. A mí me relaja mucho pensar que la próxima cita será en dos años porque empezamos a preparar cada campeonato que termina en marzo el septiembre anterior. Eso puede llegar a cansar. Ahora mismo estamos en una combinación de ciclo muy beneficiosa para nosotros, intercalando el campeonato individual con el encuentro intercuadrillas. Son dos cosas muy diferentes. A los que estamos un poco arriba y tenemos saios cada cierto tiempo, en el intercuadrillas nos toca hacer otro tipo de labor que yo, personalmente, agradezco mucho y que pasa por animar a los que están empezando a que den ese salto. Es un descanso laborioso que se agradece. En Nafarroa, después de que nosotros probáramos y nos saliera bien el hecho de hacer la txapelketa cada dos años, han seguido el mismo camino, así que algo habrá de bueno. Antes, el campeonato era la única referencia en un año de la vida del bertso; ya no es así, ahora es una más y eso es importante.

Llega época electoral y, como pasa con casi todo, hay quien se acuerda, para bien o para mal, del euskera. Cerramos una legislatura marcada por la crisis en la que incluso la Asociación de Bertsolaris de Álava ha tenido que salir de manera pública ha decir que si se le quitaban las ayudas no podía seguir. ¿Es una impresión equivocada o algunos se acuerdan del bertsolarismo, como de casi todo en el sector cultural, cuando hay unas urnas esperando?

-Es algo general y da un poco de tristeza. Somos, en cierta medida, esclavos de un sistema político que no cambia en ese sentido. Pero bueno, sin más. En cualquier caso, si las instituciones dudaran de que el bertsolarismo en Álava es una estrategia fundamental para la recuperación del euskera, tendríamos que hablar. Estamos dispuestos a convencerles para olvidar esas dudas. La asociación ha hecho un trabajo brutal en los últimos años, sobre todo en la población infantil y en los jóvenes para acercar el euskera de una manera que, igual, el ámbito académico no ha conseguido, transmitiendo que el euskera es algo muy natural, versátil y que se puede utilizar para cualquier cosa. A los jóvenes les gusta jugar con el idioma, como detectamos en las bertso-eskolas, mediante diferentes canales.

Pero luego aparecen estadísticas que aseguran que el idioma se conoce cada vez más pero se habla muy poco en las cuestiones diarias y cercanas. ¿Qué se puede hacer más, por ejemplo desde el bertsolarismo, para romper eso?

-Lo que no podemos hacer es ir más lejos de nuestras posibilidades. En los euskaltzales de las generaciones anteriores he percibido cierta frustración ante esa situación que describes. Estas personas hicieron esfuerzos enormes en los 70 y en los 80 pensando que la ciudadanía se euskaldunizaría y la realidad sería diferente, pero olvidaron una clave, la utilización diaria. Si no tienes las suficientes opciones para utilizar el euskera, te refugias en lo hegemónico. Ante ese panorama es necesario buscar grietas y nosotros, desde la asociación, hemos encontrado una interesante: hemos visto que los jóvenes, a través de las bertso-eskolas, cambian su relación con el euskera. Hombre, no se puede caer en generalizaciones, pero en buscar y ampliar esas grietas está parte del trabajo que se puede hacer.

Ya para terminar y volviendo al campeonato, ¿con Iñaki Viñaspre hubo tiempo para tomarse algo después del duelo?

-(Risas) Sí, sí. Además, esta vez la asociación organizó una cena a la que fuimos todos, también los que se quedaron fuera de la final, los jueces... Vamos, unas 50 personas. Estuvimos muy a gusto. Hombre, Iñaki y yo no estábamos del mismo ánimo pero los dos tenemos una relación con el bertsolarismo bastante sana y quedar primero o segundo no tiene tanta importancia como pueda parecer.

¿Están las dos txapelas juntas?

-No porque la primera se la dediqué a Jon Agirre, que salió de la cárcel más o menos cuando gané y la tiene él. Está bien custodiada (risas). La otra está en casa pero todavía no sé dónde ponerla.

Por cierto, ¿en casa qué, muchas sonrisas, verdad?

-Sí, del peque y de mi compañera. Creo que les he contagiado un poco mi estado de ánimo y tampoco ha habido momentos de euforia (risas). Ha sido más pausado pero la felicidad nos está durando más.