Madrid - Naomi Kawase vuelve a las pantallas españolas con la bellísima y trascendente Aguas tranquilas, un relato que se adentra en una realidad hasta ahora no transitada por la realizadora japonesa que rueda por primera vez el mar, “el símbolo de la madre, el elemento acuático que abraza y acuna”. “Puedo decir con certeza que la belleza como tema se está volviendo cada vez más importante en mi creación. Pero nunca podremos describir o expresar lo que es la belleza con una sola palabra”, declara la realizadora.
Aguas tranquilas, de la autora de obras como Suzaku (1997) o El bosque del luto (2007) es una completa declaración de belleza formal, una propuesta sensible y delicada donde la vida y la muerte se abordan desde un punto de vista aséptico, casi neutro, que resalta aún más su contenido emocional. Coproducida por Japón, Francia y el español Luis Miñarro, esta cinta cuenta la historia de amor de dos adolescentes, Kyoko (Jun Yoshinaga), cuya madre está muriendo, y Kaito (Nijiro Murakami), un chico callado y solitario que no asume la separación de sus padres. “Simbólicamente, el elemento del mar en la película resuena con lo que la madre representa; estos chicos parecen estar explorando más en sus vidas cuanto más son abrazados por este mundo vasto y profundo de la mar/la madre”, explica la directora, quien reconoce que la escena en la que ambos nadan desnudos y que da origen al cartel anunciador de la cinta es una de sus favoritas.
De la misma generación de brillantes cineastas como Nobuhiro Suwa o Hirokazu Kore-eda, Kawase (Nara, Japón, 1969), fue una niña abandonada a la que crió y educó una madre adoptiva y solo hace unos años supo que su familia provenía de esta paradisiaca isla tropical donde rodó Aguas tranquilas, Amami-Oshima, una especie de cuenta pendiente, explica la directora, que se ha saldado con creces.