Vitoria - Decibelios dijeron adiós con la llegada de los 90, pero en 2014, después de 24 años, volvieron a subirse al escenario y, por ahora, no tienen intenciones de bajarse. En Gasteiz estuvieron, aunque a Miguel Alférez le cuesta recordar dónde. Han pasado los años, aunque parece que no han cambiado tanto las cosas.

¿Por qué el regreso?

-Por un lado, nos lo pedía el cuerpo y eso es importante. En estos 24 años ha habido varios intentos. Al fin y al cabo, somos cuatro tipos que vivieron unos cuantos años juntos, pasando muchas historias. Pero no lo terminábamos de ver y es imprescindible que a nivel personal estas cosas cuajen. El año pasado, además de darse eso, sentíamos que Decibelios podía seguir, por desgracia, denunciando lo que ya criticábamos en los 80, porque toda la situación político-social que vivíamos en aquel momento, si se mira con detenimiento lo que pasa hoy, incluso podríamos decir que está peor que entonces. Éste siempre ha sido un grupo muy comprometido socialmente y por eso decidimos que era el momento de volver para denunciar la situación que estamos viviendo con el paro, los desahucios, con este Gobierno que no está llevando a la ruina. Por eso hemos regresado.

No sé si habla muy bien de nosotros como ciudadanos que en 2015 estemos igual o peor que en los años 80.

-No, no habla bien de nadie. Lo que está claro es que cuando se decide que determinado Gobierno lleve las riendas de un país se supone que la gente está concienciada sobre las consecuencias que tiene lo que decide. El otro día leía en las redes sociales a alguien que decía que en España somos idiotas y estoy totalmente de acuerdo. El hombre, desde hace miles de años, ha tenido el defecto de tropezar siempre dos veces con la misma piedra. Nosotros llevamos ya cuatro o cinco. Sabemos lo que nos hacemos.

A nivel interno, ¿qué sensaciones se han encontrado en la vuelta?

-Hombre, aunque han pasado 24 años de la separación del grupo, nosotros cuatro hemos mantenido el contacto. Sí es cierto que en los primeros ensayos nos costó un poco volver a la dinámica que teníamos en los 80. Pero era algo que necesitábamos y por eso fuimos superando etapas. El proceso ha sido como una caja de sorpresas porque no sabíamos lo que podía pasar. Pero los conciertos que dimos el año pasado fueron la confirmación de que habíamos acertado. La respuesta de la gente fue increíble, sobre todo teniendo en cuenta que había público que igual ni había nacido cuando nosotros estábamos juntos. Ahí es donde compruebas que la música es atemporal. Vimos que se sabían las letras, que cantaban.

Eso para el ego también viene bien, ¿no?

-Sí, sí (risas). Hombre, en aquellos conciertos estaban los que sí vivieron tu época, pero resulta que también estaban incluso los que podían ser nuestros nietos. Para nosotros eso es un lujazo.

¿Faltan hoy grupos como ustedes en los 80?

-Quizás sí, pero tampoco somos nadie para juzgar. Yo estoy en contacto con bandas de toda España, todo el mundo es consciente de los problemas que vivimos, lo que pasa es que hay gente que se dedica a cantar otras cosas y nosotros preferimos cantar esto, ya está. Nos sale cantar del paro, de los desahucios, de los suicidios... todo eso es lo que nos motiva para componer. No me voy a meter en lo que otros hacen, compondrán lo que les sale y punto. Nosotros siempre hemos sido así y los años han hecho que incluso tengamos más mala leche. Mi hijo está, por ejemplo, desde hace cinco años en el paro. De todas formas, también llama la atención que con toda el hambre que se está pasando en España, un día llega un partido de esos que llaman clásico, y esa pobreza deja de existir. Para mí, eso es chocante.

¿Hay planes de volver al estudio?

-En el local, preparando los conciertos, están saliendo temas nuevos y el proyecto que tenemos es poder sacar este año un disco nuevo.

¿Se acuerda de la última vez que tocaron en Vitoria?

-Hace demasiados años... (risas) Ahora la gente se va a encontrar con un grupo de los 80 que tiene unos años más pero que cuando sale al directo se entrega al 100%.