Alguien denuncia -o censura- una obra, una imagen? y consigue que eso que quiere acallar se amplifique, provocando que ese mensaje reprimido tenga una extensísima difusión entre la sociedad. El aspirante a censor logra justo lo contrario de lo que persigue: se convierte en un altavoz de lo que quiere silenciar. Nunca entenderán los censores, por una parte, que el arte jamás es ofensivo. O que el humor nunca es ofensivo. Sólo la realidad puede serlo. Pues arte y humor son representación. Y, por otra, no son conscientes de que lo que se intenta prohibir aviva la -muchas veces dormida- curiosidad humana.

Hasta los reyes más absolutistas, incluso los que pensaban que gobernaban por mandato divino, contrataban a personas para que se rieran de su propia figura de monarca. Nos referimos a los bufones. Y lo hacían porque entendían que estos irreverentes, mordaces, personajes les humanizaban. Y relajaban el estricto protocolo de las cortes monárquicas. Algunos bufones llegaron a ocupar en éstas puestos de influencia. Incluso algunos obtenían títulos nobiliarios. En resumen: lo bufones tenían unos márgenes de libertad que pocos más disfrutaban. Y así podían proclamar verdades incómodas. Eso sí: camufladas bajo un chiste. Aconsejaban a sus amos, pero también se reían de ellos en ocasiones. Pero dado su carácter cómico, se les perdonaba habitualmente todo. Pero hoy en día, en países que suponemos ya avanzados, democráticos, en los que existe libertad de expresión, vemos que los actuales bufones (artistas, en el fondo) son denunciados no sólo por la gobernanza, sino por otros ciudadanos.

Hace unas semanas hemos visto como el Macba decidía cancelar la exposición colectiva La bestia y el soberano por la inclusión de una polémica obra en la que aparecía el rey Don Juan Carlos en situación poco decorosa. Aunque, poco después, el museo rectificaba, el director dimitía y la muestra finalmente se inauguró. La obra se hizo muy popular en todos los medios de comunicaciones nacionales e internacionales. También hace unos días la Cofradía de la Crucifixión presentaba una denuncia contra la revista El Jueves por difundir en su web un fotomontaje en el que aparecía el Cristo de esta hermandad con el rostro cambiado por la cara de Mariano Rajoy. Dicha imagen ha estado circulando desde entonces por internet, redes sociales?

A este fenómeno se le llama efecto Streisand y se produce cuando alguien intenta silenciar una información y consigue que circule mucho más. Su nombre se debe al caso que protagonizó Barbra Streisand cuando, en 2003, pretendió retirar una imagen de su mansión californiana. Por supuesto, lo que hizo fue despertar el interés del público.

Ciudadano Kane fue uno de los primeros casos que conocemos de este efecto: el empresario retratado (Hearst) en dicho filme se estuvo quejando toda su vida de la lectura que Orson Welles hacía de su vida. Sin esas quejas, la película posiblemente no hubiera pasado a la historia.