donostia - Corazones (Warner), el nuevo CD de Mikel Erentxun, es la consecuencia musical de una angina de pecho que el líder de Duncan Dhu sufrió hace dos años. El álbum, que se ha editado esta semana, es el primero de su carrera en el que se ha encargado de todas las letras y músicas, y en el que ha volcado sus miedos, anhelos y esperanzas tras “bailar sobre la cornisa de la vida”. “Ahora valoro más las cosas pequeñas de la vida”, asegura.
El tópico dice que el artista crea mejor cuando sufre y este disco tiene un origen bastante dramático.
-Sí, surgió a raíz de una incidencia cardiovascular que tuve hace dos años. A veces tienen que suceder cosas así en la vida para hacer un gran disco. Con él, me he puesto en el diván público, es como una terapia. Decidí hacer un disco que girase en torno al corazón, física y metafóricamente, en primera persona y que tratara de lo que pensé cuando vi que la muerte llamaba a mi puerta.
Se refiere a la “habitación 403 en la planta de los corazones rotos” en ‘Viento errante’ y ‘El último vals’.
-Es la del hospital, sí. En todos mis discos he contado siempre con letristas y nunca me había lanzado a escribir las letras, solo la música. Ahora, he escrito todos los textos porque aparecieron las ganas. Las frases surgieron en esa habitación y la primera fue “la planta de los corazones rotos”.
El título es ‘Corazones’. De ese músculo herido surge el disco ¿no?
-La creación surge de la cabeza, el estómago, el corazón o la entrepierna (risas). Este CD habla mucho del corazón, es un rollo conceptual con siete canciones que lo incorporan al título y todas y cada una en sus letras.
‘El hombre que hay en mí’ es el single. ¿Es otro usted tras “bailar sobre la cornisa de la vida” y sobrevivir?
-Claro. Soy muy tremendista y ahora me he dado cuenta de que mi susto fue algo menor porque pocos mueren de una angina de pecho. Pero estuve convencido de que tenía los días contados y por eso todo cambió al balancearme en esa cornisa. Es que vemos a diario a nuestro alrededor a gente con cáncer o a la que le atropella un coche, pero hasta que no te toca a ti, ni sabes que existen las UCIs.
¿Es ahora más sabio y agradecido?
-Más agradecido, fijo. Te diré que he vuelto dos veces a esa “planta de corazones rotos”, para valorar mi situación. Un día que estaba agobiado me cogió mi mujer y me llevó tras decirme que se me había olvidado lo afortunado que era. Me llevó de la mano al hospital, que está cerca de casa, y salí consciente de mi fortuna. Me ha venido bien para valorar las cosas pequeñas e importantes de la vida.
¿El reloj a cero y con el tiempo a favor? Lo sugiere en el disco.
-Sí, es como volver a empezar, la segunda oportunidad a mis 50 años. Es la segunda parte del partido, reseteamos todo y trataré de ser mejor.
¿Se ha recuperado totalmente, sigue corriendo?
-Sigo corriendo y el cambio ha sido a mejor. Ahora tengo mejores hábitos, una dieta más saludable y hago más deporte, incluso. Por prescripción médica. Y si voy a Madrid, me llevo las zapatillas para salir a correr y el hotel debe tener gimnasio. El deporte es obligado a diario antes de ducharme y desayunar. Luego, hago vida normal. Además, lo poco que tenía de farra, ha desaparecido.
El CD anterior era una vuelta al rock & roll de su juventud, a los Beatles y Bowie ¿En este ha seguido pautas o se ha dejado llevar?
-Siempre tengo influencias y pautas a la hora de abordar un disco. Sigo con la mismas fuente de 24 golpes, el rock de finales de los 60 y primeros 70. El 99% de la música que escucho es de esa época porque no me gustan cómo suenan los discos actuales. El anterior era más homogéneo; este es doble, ambicioso y toca más palos.
El riff de ‘El hombre?’ es muy ‘beatle’, muy ‘Revolution’. Y no digamos el ‘fuzz’ de ‘Te vas a cansar de mí’.
-Es curioso porque ese riff queríamos que sonara a Helter Skelter más que a Revolution. Bowie y T. Rex solían usar ese fuzz (sonido sucio y distorsionado). El pedal fuzz está muy presente en el CD, es un paso más en un sonido muy poderoso.
‘Corazones’ suena mucho a Bob Dylan.
-Otro de mis tótems. Ese tema suena mucho a él, pero hay otros guiños a Idiot wind, Knockin´ on heavens doors, The man in me? Es el escritor más grande del rock y uso su rollo religioso, el meter cosas de la Biblia en un contexto rockero, como en la canción Los muros de Jerusalén.
Esa suena a los Duncan acústicos.
-Tienes razón, es la más Duncan. Era un posible single pero no vi oportuno elegirla porque no quería confundir a la gente, ya que este disco tiene poco que ver con el grupo.
‘El corazón del dragón’ suena un poco rara.
-(Risas). Es mi favorita, la primera que escribí y la que habla del momento en que me dio la angina al ir corriendo. Quería que fuera sencilla y que la letra cobrara peso al tocarla solo con acústicas, bajo y batería. Como La balada de John and Yoko. Paco Loco, un tipo cargado de ideas, la llevó a otros mundos, con metales Wings y guitarras muy Television. Y la melodía tiene un punto mexicano.
¿Y lo del dragón del título?
-Otra influencia más sutil, de la saga Juego de tronos, a la que me enganché. Este año y pico de creación del disco lo he pasado leyendo los cinco volúmenes. Eran inevitables las referencias a los dragones y los cuervos, a vestir de negro? Y se han quedado cuatro canciones fuera del disco, entre las que había una con guiños muy evidentes.
La grabación, con Paco Loco y tocando solo los dos, ¿buscaba un proceso muy artesanal?
-Sí, nació para ser un disco distinto al ser todas las letras y músicas mías. Tenía varias ideas, pero tras la primera conversación con Paco lo tuve claro. Tiene mil ideas por minuto, y casi todas me gustan. Él me animó a que tocara baterías, bajos y guitarras. Como fan de McCartney, tenía el sueño de grabar mi propio Ram, tocándolo todo. Lo que no pude, lo tocó él.
Paco es una de las figuras claves de la última música estatal.
-Sí, es un gurú para los indies, aunque a él no le atraiga demasiado ese mundo. Ha trabajado con Bunbury, Australian Blonde, Nacho Vegas?
¿Hoy ya casi todo el mundo es indie, ya que no se venden discos?
-Desde el momento que te tienes que pagar tú el disco, empiezas a serlo. El disco se grabó en analógico, sin poder repetir ni arreglar las cosas. No le dimos importancia a la ejecución, ya que no soy un virtuoso tocando. Para grabar así hay que tener poca vergüenza (risas). Cuando yo reconocía alguna cagada mía, Paco me ponía otras de Dylan, Led Zeppelin o Beatles. Otros artistas sí necesitan interpretar sin fallos.
¿Madonna, por ejemplo?
-Puede ser, pero yo oigo Highway 61 revisited, de Dylan, que está desafinado de principio a fin, y me emociona. Lo importante es que la canción diga algo. Nosotros lo grabamos por capas, instrumento a instrumento, y ha sido una imperfección maravillosa.
El CD pasó por manos muy reputadas porque lo mezcló John Agnello y lo masterizó Greg Calbi.
-Fue la guinda y lo que ha evitado que fuera demasiado casero y artesanal. El acabado debía ser más lujoso. Paco me sugirió a Agnello y él, a Calbi. Al final, esas amistades han logrado que sonara con maneras de disco caro uno hecho con muy poco presupuesto. Ambos cobraron incluso menos de la mitad por amistad. Y no debe olvidarse el currículo de Agnello y Calbi. Este último está tras 2.800 referencias, de Lennon a Bowie, The Clash o Ramones.