barcelona - El escritor vasco Martín Abrisketa recupera en su primera novela, La lengua de los secretos, la vida de su padre, que fue uno de los niños vascos que, separados de sus familias, acabaron como refugiados en Francia y que, dice, vivieron aquellos años “como una aventura”.
En una entrevista, Abrisketa señala que al describir los años de la guerra a través de los ojos de un niño, “el conflicto aparece como una aventura”. Abrisketa confiesa que La lengua de los secretos (Roca Editorial) es la historia de la infancia de su padre y, de hecho, su primer recuerdo es escuchando a su padre “contar su historia”. El relato sitúa al lector ante cuatro niños vascos, Martintxo y sus tres hermanos, que, un día, en medio de la Guerra Civil se perdieron de su familia y tuvieron que refugiarse en Tenay, un pueblecito al este de Francia también llamado Nunca Jamás. “Mi padre y tres de sus hermanos se quedaron solos y arranca una aventura que les llevó cerca de un año y medio primero a Santander, después a Asturias, embarcaron en un buque inglés que los evacuó a Burdeos y desde allí en tren a un pequeño pueblo en los Alpes”, comenta el autor. Abrisketa, que habitualmente trabaja en medios audiovisuales, decidió escribir la novela para “dar testimonio de la aventura de mi padre y sobre todo, de cómo la vivió, pues siempre nos la ha transmitido sin odio, con dolor matizado, pero sin maldad, hasta el punto de que el recuerdo de la guerra es prácticamente un juego”. Esa inocencia fue posible, recuerda ahora el hijo, porque “aquellos niños se quedaron solos, sin tener la referencia de los adultos, y quizá eso les salvó, les hizo evitar un trauma, a pesar de que vivieran un calvario”.
Desde el principio Abrisketa vio que contar la guerra desde la perspectiva de un niño le brindaba todas las posibilidades literarias o incluso cinematográficas. En la novela aparecen el flautista de Hammelin y Peter Pan. “Me di cuenta de que mi padre era un niño perdido, que no sufre, que hace una guerra que no puede perder, y yo acabo siendo el hijo de Peter Pan”.
La lengua de los secretos es concebida como una muñeca rusa, con una novela dentro de una novela, pues Abrisketa empieza a contar la historia de su padre de 1931 en adelante, casi como un catarsis que le ayudó a acercarse a su padre después de muchos años de incomprensiones mutuas. Admite que esta novela puede estar emparentada con el cine de Montxo Armendáriz y no es casual que el padre del niño protagonista se llame en la novela Tasio, en homenaje a la película del cineasta navarro.