Perseguido por la II República, tibiamente reconocido por el régimen franquista y silenciado por los gobiernos socialistas de los años ochenta “porque olía a derecha”, el pensamiento del vitoriano Ramiro de Maeztu (1875-1936) ha reverdecido con la reciente publicación de una recopilación de artículos periodísticos.

Coetáneo de Azorín, Baroja y Miguel de Unamuno, a quienes fue vinculado como miembro de la Generación del 98, Maeztu aunó a su faceta de pensador, ensayista y crítico la de articulista en revistas y periódicos como ahora recuerda el libro Crónicas de la gran guerra (La Ergástula Ediciones), de próxima presentación.

“Tuvo una participación ideológica muy importante en la derecha y en la última etapa de su vida se orientó mucho hacia la monarquía desde una actitud muy conservadora”, explicó ayer la historiadora María Josefa Lastagaray, sobrina-nieta de Maeztu, que fue detenido por el Gobierno de la República y fusilado en 1936, sin juicio previo, junto al cementerio de Aravaca (Madrid). No obstante, “no se puede juzgar toda una vida y una obra por el análisis de sus tres o cuatro últimos años”, consideró Lastagaray, que custodia el archivo familiar de los Maeztu, tanto del escritor y periodista como de sus hermanos Gustavo (pintor) y María (pedagoga, humanista e impulsora en 1915 de la Residencia de Señoritas, versión femenina de la Residencia de Estudiantes).

Como todo periodista, continuó, “no se contentaba en absoluto y aireaba sus posiciones desde todas las ventanas posibles, lo que provocó que fuera muy querido, por una parte, y bastante odiado, por otra”.

Mucho antes de presentar batalla ideológica a la II República desde el partido Renovación Española, por el que fue diputado a Cortes en Gipuzkoa (1933-1935), Maeztu evolucionó desde un ideal progresista y de izquierdas -cuando llegó a España en 1894 desde París-, hasta un socialismo liberal de corte fabiano que conoció durante su estancia londinense, entre 1905 y 1919.

A esta época, como colaborador de La Correspondencia de España, Nuevo Mundo y Heraldo de Madrid, pertenecen Crónicas de la gran guerra, sesenta y seis artículos escritos también para La Prensa, de Buenos Aires y resultantes de numerosas visitas realizadas, entre 1916 y 1918, a los frentes inglés y francés durante la I Guerra Mundial, al amparo del ejército británico.

Fue precisamente en Londres donde “comenzó a considerar sus valores éticos de otra manera”, como se puede apreciar en esas crónicas donde “ya se observa un giro hacia la importancia de la moral y el sentimiento de la responsabilidad”, claves desde la que interpretó la I Guerra Mundial “de un modo bastante interesante”, sostuvo Lastagaray.

En 1920 regresó a España “muy tocado ideológicamente” y aceptó, entre 1928 y 1930 la embajada de Argentina que le ofreció el general Primo de Rivera, en quien vio “ese cirujano de hierro que, desde un postulado regeneracionista, pedía Joaquín Costa para resolver los problemas del país”, prosiguió la sobrina-nieta de Maeztu.

Crónicas de la gran guerra, en la línea que ha marcado la profesora Isabel Cintas (Universidad de Sevilla) al refrescar la memoria periodística de otro olvidado, Manuel Chaves Nogales (1897-1944), introduce una nueva visión del pensamiento de Ramiro de Maeztu en un momento clave de su evolución ideológica.

Este nueva publicación será presentada el próximo lunes en Valladolid, dentro de un acto organizado por La Ergástula Ediciones y la Asociación de la Prensa de Valladolid (APV), en el que participará María Josefa Lastagaray, quien en breve publicará una biografía de su tía-abuela María de Maeztu con motivo del centenario de la Residencia de Señoritas, que se cumple a lo largo de este año.