Las circunstancias históricas y su pertinencia pueden deformar la valoración y la manera en la que se percibe un filme en el momento de su estreno. De El último tango a La última tentación de Cristo, de A Serbian Film a Yo te saludo, Maria, da igual que se trate de directores anónimos o de maestros consagrados; el exceso en las reacciones siempre se impone a su contenido. Cuando a un filme le rodea el escándalo, éste no puede ser visto sin el espejo deformante del ruido que le precede. En este caso, esas circunstancias golpean dos veces consecutivas la lectura que se puede hacer de The Interview. La primera andanada le pertenece por derecho propio porque viene mediatizada por el objeto de su caricatura, el presidente coreano Kim Jong-un, y los intentos del gobierno coreano para prohibir y chantajear a su productora, Sony, con acciones vandálicas como el pirateo de sus sistemas informáticos. El segundo hecho, que reenfoca el debate que implícitamente arrastra la visión de The Interview, viene de Francia y de los deleznables asesinatos a periodistas de Charlie Hebdo cometidos por fundamentalistas en nombre de supuestas ofensas al Islam y a Mahoma.

Pero antes de entrar en este tema, digámoslo sin dilación: The Interview se alinea dentro de la llamada nueva comedia americana, algo que nació hace casi dos décadas y que se caracteriza por la voracidad incorrecta de sus expresiones verbales y la explicitud sexual y/o escatológica de sus imágenes. En algún lugar entre Borat y Resacón en Las Vegas; con la lección bien aprendida de los Farrelly y las células madre que conforman el imaginario yanqui amamantado con leche de Tex Avery y la artillería del cartoon más disparatado, Golberg y Rogen (éste como co-director, co-guionista y co-protagonista) apuntan en una doble dirección. De un lado, a la desnortada profesión periodística y, en especial, la televisión, la más envilecida de todas las ramas de la información. Del otro, el esperpento megalómano de Kim Jong-un.

James Franco, un actor que se involucra como productor, asume junto a Rogen las riendas de un delirante guión. Lo que empieza en clave de docu-ficción con las declaraciones de Eminem, camina en un retruécano argumental hacia la madre de todas las entrevistas, las que un histriónico presentador de televisión va a sostener con el líder coreano. Con ese pretexto y con las garras afiladas, The Interview levanta durante algunos minutos algunos tapetes incómodos, un juego peligroso que pronto se adivina subyugado por su origen. No porque la figura de Kim Jong-un merezca alguna consideración, sino porque sus autores deciden renunciar a aplicar el mismo ácido corrosivo con la mass-media estadounidense y con la política exterior de EEUU.

Así, lo que podría haber sido un análisis paródico de largo alcance, se pierde en lo obvio sin dar lugar al matiz ni aprovechar el viaje para asomarse al abismo. Desactivada su carga destructiva, el filme deviene en un divertimento que pierde su sentido. Sin embargo, a consecuencia de las amenazas recibidas, resulta útil para ilustrar los límites de la libertad de expresión y su debate. Con motivo de las caricaturas de Charlie Hebdo, el Papa Francisco dijo aquello de “Si alguien insulta a mi madre, le espera un puño”. El arrabalero argumento papal da alas al cabreo norcoreano y ¿justifica sus puños? No. La respuesta siempre será no. Porque la libertad de expresión no reside ni en puños ni en prohibiciones sino en ejercicios de crítica y autocrítica, aunque sean tan paniaguados como esta interview.