Una neumonía el 25 de enero de 1990 truncó la vida de la diva más flamenca y taurina de Hollywood, Ava Gardner, una actriz criada en una granja y cuya belleza le valió una fama con la que nunca se llegó a sentir cómoda del todo.
Era tan hermosa que, sin haber hecho jamás interpretación alguna, Metro-Goldwyn-Mayer (MGM) firmó en 1941 un contrato con ella de siete años para aparecer en sus películas. Así comenzó una carrera que durante su primer lustro se basó en papeles en los que apenas abría la boca. El éxito no llegaría hasta la década de 1950, con títulos como el musical Magnolia (1951), Las nieves del Kilimanjaro (1952), Mogambo (1953) y La condesa descalza (1954).
Gracias a Mogambo, que coprotagonizó junto a Clark Gable y Grace Kelly, obtuvo su única nominación al Óscar y con La condesa descalza se ganó el apelativo con el que sería conocida para la posteridad: El animal más bello del mundo. En ese largometraje encarnó a una bailarina española que encandila a un director de cine (Humphrey Bogart) que hace de ella una estrella del celuloide, un papel para el que dio clases de flamenco, asistió a sus primeras corridas de toros y que le hizo enamorarse de nuestro país.
El flechazo fue tal que en 1955 Gardner fijó su residencia en Madrid y se dedicó a conocer el país, aprender el idioma y salir de fiesta. Aquí conoció a Ernest Hemingway, con quien mantuvo una buena amistad, y al dictador argentino Juan Domingo Perón, de quien fue vecina. Perón llegó a denunciarla por su ruidosa vida nocturna y Gardner acabó por mudarse a Londres en 1968, cuando el fisco español le requirió que se pusiera al día con sus impuestos.
Durante su etapa fuera de EEUU, la actriz grabó una veintena de películas, dos telefilmes y una serie. Producciones entre las que destacaron Cruce de destinos (1956), 55 días en Pekín (1963), La Biblia (1966) y Terremoto (1974). En su filmografía, figura incluso el papel de duquesa de Alba en una cinta italiana titulada La maja desnuda (1958) sobre la relación del pintor Francisco de Goya y la aristócrata española.
Ava Gardner, que nació el día de Nochebuena de 1922 en Grabtown, en Carolina del Norte, tuvo un carácter directo y desenfadado y una activa vida sentimental que incluyó tres sonados matrimonios de corta duración. El primero tuvo lugar a los meses de poner el pie en Hollywood después de que su cuñado, el fotógrafo Larry Tarr, le tomara unas fotos en Nueva York y las mandara a MGM convencido de que la joven sería del gusto del estudio. Allí entabló una relación con el popular Mickey Rooney que no pudo resistirse a sus encantos. Se casaron en 1942 y se divorciaron un año después.
En 1945, pasó nuevamente por el altar, esta vez con el clarinetista Artie Saw, del que se separó a los 13 meses, y en 1951 contrajo nuevas nupcias con el cantante Frank Sinatra que, según sus biógrafos, fue el amor de su vida. Aquel matrimonio se disolvió en 1957, aunque su convivencia apenas duró dos años ante la incapacidad de la pareja de compaginar su relación con las presiones de sus respectivas carreras y los celos.
La actriz solía regresar con frecuencia a EEUU por motivos de trabajo, para ver a su familia en Carolina del Norte y, en sus últimos años, también por razones de salud para visitar a su médico en Santa Mónica, en California. Fue allí, en un ingreso rutinario en el hospital Saint John’s para hacerse un chequeo en 1986, que desarrolló la neumonía que le perseguiría hasta sus últimos días.
Gardner falleció a los 67 años en Londres y sus restos fueron enterrados en el cementerio Sunset Memorial Park de Smithfield, en Carolina del Norte, junto a los de sus padres y casi todos sus hermanos.