La alerta informativa por el brutal asesinato de los miembros de la revista humorística Charlie Hebdo dio la vuelta a la aldea global con velocidad de rayo, poniendo en marcha mecanismos propios de una situación de breaking news que convierte a la tele en la gran protagonista mediática.
La capacidad de respuesta ante la escasa información sobre un hecho tan relevante, la supuesta venganza de grupos yihadistas por las publicaciones humorísticas en torno al profeta Mahoma, es fundamental para hilvanar una buena narración que ponga al televidente en situación de entender lo que ha pasado o está pasando.
El escaso caudal de datos y precariedad de los materiales disponibles convierte a esta coyuntura en puro ejercicio de repetición de imágenes y palabras a la espera de poder construir un relato inteligible para el espectador. En el cobarde y malvado asesinato de París, la cámara de un par de ciudadanos de a píe fue material informativo de primer orden, repetido hasta la saciedad en horas posteriores al crimen. Material que sirvió para situar hechos, identificar asesinos circulando por calles parisinas y elemento básico para investigación policial.
Esta colaboración ciudadana es constante en esta sociedad de la imagen, velocidad de transmisión y cobertura mundial de las telecomunicaciones.
Una vez más, matar al mensajero ha sido objetivo de iluminados terroristas, comportamiento que hemos padecido en sangrientas ocasiones en nuestros lares; silenciar a quienes tienen la misión social de compartir con los ciudadanos los contenidos informativos es vieja práctica terrorista vigente.
No queda otra respuesta a semejante salvajada, que persistir, mantener capacidad crítica en las redacciones y seguir haciendo del humor vía inteligente para la necesaria crítica y sátira, aunque se pague con sangre este básico derecho democrático.