mira que es aburrida, monótona y repetitiva la retransmisión anual de la lotería a la que asistimos como a un rito ancestral y, total sólo lleva acompañándonos desde 1962 en un esfuerzo de los profesionales de TVE que no acaban de encontrar el camino para darle la vuelta a un modelo con discursos fijos y planos predecibles; casi cinco horas duró el último sorteo del Gordo que se hizo esperar. Hay retransmisiones cíclicas que apenas admiten variaciones y las conocemos de pe a pa. Pasos, secuencias y resoluciones que la narración del evento a través de las cámaras. Retransmisiones como Campanadas de fin año, Chupinazo sanferminero, sorteo de Navidad, que a pesar de cambiar del árido salón de loterías al escenario del Teatro Real madrileño, siguen siendo lo mismo, sonando lo mismo, relatando imágenes de lo mismo y no hay vuelta de hoja y las tradiciones catódicas hay que respetarlas y reproducirlas para que el personal de la aldea global se sienta en su salsa festera. Tradiciones de la sociedad mediática que no cansan a los teleconsumidores pegados a la Navidad digital, llena de reclamos, costumbres e historias contadas una y otra vez de parecida forma y manera. Los tiempos de Semana Santa y los de estas fiestas por las que atravesamos están llenas de referencias clásicas en las programaciones televisivas que nos devuelven a tierna infancia y vemos la Navidad a través de imágenes consolidadas en la biblioteca de escenas propias de estas fechas, como la del par de jovencillos nerviosos cantando el Gordo perezoso del pasado lunes. Es como un eterno ritornello de la tele que forma nuestra visión de las cosas y vuelve para recordarnos que ya es Navidad, como si no lo supiéramos desde que grandes almacenes decidieran adelantar las calendas a noviembre. Por cierto, Eguberri on¡, mi deseo de paz y salud para todos.
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