El clásico Lo que el viento se llevó cumple 75 años desde su estreno el 15 de diciembre de 1939 en Atlanta (Georgia, EEUU), una cita con la gran pantalla que puso un broche de oro a los años de tortuosa producción que conllevó uno de los rodajes más ambiciosos realizados en Hollywood. Hoy el filme forma parte de la cultura popular, con frases icónicas que repiten, incluso, quienes nunca se han sentado a ver las cuatro horas que dura esta historia de amor imposible entre Scarlett O’Hara (Vivien Leigh) y Rhett Butler (Clark Gable) en los albores de la Guerra de Secesión de EEUU “A Dios pongo por testigo de que jamás volveré a pasar hambre”; “Francamente, querida, me importa un bledo” o “Después de todo, mañana será otro día”, son algunos retazos de un guion que llevó al cine la novela de Margaret Mitchell Lo que el viento se llevó (1936), ganadora del premio Pulitzer en 1937.

Sidney Howard se encargó de escribir la adaptación y recibió el Oscar por ello, uno de los diez que logró ese largometraje (mejor película incluido) que impresionó más a los académicos por sus logros técnicos, entre otros el uso del aún poco extendido Technicolor, que por sus actuaciones. Gable vio cómo Robert Donat le arrebató la estatuilla de mejor actor por Adiós, Mr. Chips, y únicamente Hattie McDaniel, la entrañable Mammy, y Leigh se llevaron el anhelado galardón en las categorías interpretativas, la primera como mejor secundaria, y la segunda como mejor actriz principal. Leigh, que no congenió mucho con Gable fuera del rodaje, se había ganado el papel tras superar un casting que duró dos años, en el que tomaron partido 1.400 artistas, y para el que el productor David O’Selznick barajó figuras como Katherine Hepburn, Joan Crawford, Lana Turner y Paulette Godard. Gable fue la alternativa a Gary Cooper, quien prefirió no participar en la película por creer que sería un fiasco.

O’Selznick dispuso de 3,9 millones de dólares de presupuesto para hacer el filme, según la web especializada IMDb, toda una fortuna para el Hollywood de entonces que solo había superado Ben-Hur (1925) y Los ángeles del infierno (1930). Contrató a 50 actores y 2.400 extras, y tuvo problemas con los directores, pues empleó a varios, aunque finalmente Victor Fleming firmó el filme, y también recogió el Oscar.

Más allá de su realización, la película fue un portento promocional. O’Selznick orquestó una campaña de lanzamiento que terminó por hacer que el gobernador del estado declarara festivo el día del estreno, el 15 de diciembre. Se estima que un millón de personas se acercó hasta el Loew’s Grand Theater para tratar de ver al elenco del filme del que tanto se había hablado.

Lo que el viento se llevó recaudó más de 400 millones de dólares en las taquillas de todo el mundo, una cantidad inimaginable para la época. Aún a día de hoy, si se ajustara la inflación, sería la película más taquillera de todos los tiempos, por delante de La guerra de las galaxias (1977) y Sonrisas y lágrimas (1965), según Box Office Mojo. El museo Road to Tara, en Jonesboro (Georgia), se encarga de mantener vivo el legado de aquel filme que estos días vuelve a ser protagonista con visitas guiadas para recorrer los lugares narrados en la novela de Mitchell y presentados en la película, así como proyecciones de la cinta en diversos cines.