Vitoria - “Depende de cómo os portéis mañana (por hoy) en la reseña del periódico igual pasan cosas...”. La advertencia no es baladí, aunque esté hecha en tono de broma. Y es que Antonio Altarriba no sólo escribe la historia. De la mano de Keko, su cara deja de ser la de un Premio Nacional del Cómic para dar vida a lo largo de Yo, asesino a un profesor universitario de Gasteiz que ha decidido que matar no es un crimen sino un arte.

Publicado primero en Francia por Denoël Graphic (la situación de la cultura en España dista mucho de ser la idónea y menos para el sector del cómic) y ahora en el Estado por Norma Editorial, el álbum es, ante todo, “una historia policiaca, un thriller que algunos lectores ya dicen que es adictivo”, según Altarriba, que tiene por protagonista a Enrique Rodríguez, profesor de Historia del Arte en la Universidad del País Vasco en la capital alavesa.

Eso sí, es un hombre peculiar que cultiva una extraña afición a la que le gustaría dedicarse a tiempo completo: el asesinato como forma de arte. De hecho, aprovecha convenciones y compromisos académicos fuera de Vitoria (“aquí nunca mata, así que podéis ir tranquilos por la calle”) para cometer asesinatos motivados sólo por fines estéticos. Cada uno de ellos es una obra de arte inspirada en una técnica específica que marca su impecable trayectoria como artista.

Todo ello relatado a través de las imágenes creadas por Keko (José Antonio Godoy), “al que elegí porque es un maestro en el uso del blanco y el negro”, aunque el artista matiza que “dicen que soy un maestro porque en realidad no me ha quedado otra que trabajar con estos dos colores, soy daltónico”, ríe. Sólo la aparición esporádica del rojo rompe esa duopolio, una sugerencia del editor francés que ambos aceptaron de buen grado.

Del ilustrador también partió la idea de ponerle a este singular asesino el físico de Altarriba, “algo que sorprendentemente a él le pareció bien”, aunque “cuando vamos a alguna feria a presentar el álbum, noto que me ponen en la última habitación en los pasillos de los hoteles y oigo a todo el mundo echar el pestillo”, bromea el autor zaragozano afincado en la capital alavesa desde hace años.

De hecho Gasteiz es un escenario esencial (y eso que Keko no conocía la ciudad) en esta reflexión sobre la violencia y el uso de la figura del asesino en serie en las ficciones actuales. “¿Cuál es la diferencia entre un asesino y un héroe? ¿Sólo en que decimos que lo que hace el héroe está justificado? ¿Hay causas por las que podemos asesinar? ¿No es más honesta la posición del asesino que no tiene motivo?”, se pregunta Altarriba dentro de una reflexión más profunda sobre la moral del ser humano con respecto a si es lícito quitar la vida en unas situaciones o en otras.

Y aquí el escritor hace una mención específica a ETA, al hecho “de haberme encontrado durante en tiempo en la universidad con algún compañero que justificaba e incluso consideraba necesaria esa violencia en pro de un bien común”, recuerda. Frente a eso, se sitúa su personaje, un hombre que mata sin necesidad de tener una razón, sólo por el hecho de que, como dice el álbum en sus primeras páginas, “el arte (de matar) para el que estamos más dotados, el que llevamos perfeccionando desde nuestros orígenes”.