Vitoria - Dice, aunque guarda otros dos títulos todavía sin publicar y la escritura le sale al paso sin casi quererlo, que éste es su último libro. “Ya tengo una edad y me encuentro cansado”. El futuro dirá. Lo más inmediato para Ramón Pizarro Hoyos es la cita de este viernes 31 a las 19.30 horas en el Círculo Vitoriano. Allí presentará las palabras, acompañadas por las ilustraciones de Gustavo Adolfo Almarcha, que componen El miedo interminable (la huida).

El camino recorrido hasta ahora, con 20 propuestas literarias a sus espaldas, viene marcado en gran medida por la sátira, una senda de la que no escapa en esta ocasión. Tampoco de esa unión de géneros, estilos y miradas que le sirven para retratar a un ser humano que no para de correr sin tener la menor idea de hacia dónde. Es por ello que el escritor plantea una crítica hacia la sociedad actual, ese mundo que se muestra a golpe de fotografías ante sus ojos: la corrupción, la cultura del vacío, el paro... “Me encantaría que a mis lectores el libro les forzase a reflexionar. Que, al margen de su aspecto barroco y de su lenguaje a veces difícil, transmita el interés que tengo, que no es otro que nos corrijamos todos juntos y que nos echemos una mano. Me gustaría saber que el lector ha reflexionado sobre que hay que terminar de una vez con tanta mierda como la que nos ocupa. Y si al lector le preocupa algo de eso, entonces pensaré que he hecho algo mejor de lo que hace un partido político, que para lo que sirven...”, explica.

Para ello, el ensayo al mismo tiempo novela se estructura como un viaje, un tránsito llevado a cabo por un individuo que se siente perseguido. “La filosofía que contienen estas páginas es que el miedo lo sostenemos nosotros, lo soportamos, el miedo somos nosotros mismos. El destino del hombre es huir no ya tanto de acreedores, de terroristas, de... sino de nosotros mismos. Estamos escapando hasta la muerte. ¿A dónde? Eso es lo que nos estamos preguntando de manera constante. ¿Por qué no me detengo a considerar de qué escapo? El ser humano no se percata de que está huyendo de sí mismo”, puntualiza.

Y desde estas premisas, el escritor ofrece una “literatura esforzada” con gusto por “reconquistar o desenterrar a las viejas y bellas expresiones”, unas páginas donde puede aparecer la biblioteca de Alejandría en una reunión de sus escritores preferidos junto a sus personajes icónicos, pero también esa Vitoria a la que Pizarro Hoyos mira como la ciudad “sexticapitalina”, la capital “perruna, green, bicicletera, gastronómica y europea”, aunque siga siendo una urbe “provinciana” con sus defectos y virtudes. También el de olvidarse de los que ya no están como, según menciona el autor, Manuel Lejarreta. “Es el responsable del 80% del urbanismo de esta ciudad, fue alcalde y presidente de la Diputación y nadie le ha hecho un recordatorio”.

Pero más allá de escenarios y momentos, de personas encontradas en el transcurso de la vida con nombres y apellidos, de las aportaciones de Almarcha, se encuentra el objetivo final de El miedo interminable: “lo que le hace inmortal al ser humano, trascender, es el amor, y dentro de este concepto incluyo la amistad. El amor es salvador y necesitamos ser amigos para salvar este mundo”. Esperando que llegue ese momento de parada y reflexión, él aporta su visión.