cuentan los analistas políticos que uno de los mejores logros políticos de la época de Rodríguez Zapatero fue el amplio margen de libertad y autonomía que concedió a los gestores y profesionales de RTVE, acercando el modelo de radio y tele públicas al soñado, experimentado y alabado BBC. Desde inmemoriales tiempos, los destinos de estos organismos de comunicación de titularidad pública están sometidos a fricciones partidistas, manejos interesados de quienes mandan y comportamientos cercanos a la manipulación y manejo que minan la credibilidad, aceptación y aplauso del público que es quien con sus impuestos pagan las cuentas de radios y teles públicas y por ello, estos medios deben servir a la ciudadanía, no a determinados partidos o gobiernos que coyunturalmente tienen el poder. El triunfo de los populares, tras las últimas elecciones generales, ha abocado a RTVE a un ejercicio de desgaste y falta de aceptación popular en la pelea con Antena 3, Tele 5, Cuatro y La Sexta, que han arrinconado al producto televisivo que vivió años de gloria en décadas pasadas que quiere reverdecer y, no lo tiene fácil con la crisis que ajusta presupuestos públicos y la añadida batalla política y sindical que ruge en el entorno del Pirulí. Parte de la pasada trayectoria del nuevo presidente de la corporación estatal muestra un ejecutivo plegado a las exigencias del guión político de quien le pone y con un pasado difícil de tragar por profesionales que ven su paso por Telemadrid como un mal modelo que puede colar en la tele pública y provocar una reducción de plantilla, a pesar de las seguridades dadas por Montoro de que no se tocará el de personal. De nuevo lo mediático público vuelve a estar cuestionado en esta complicada situación de competencia con las privadas que por otro lado, tras sus procesos de absorción ganan del orden de cien millones de euros por año.
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