Necesita mejorar
El Festival de Jazz de Vitoria cierra una descompensada trigésimo octava edición con un sabor agridulce
Vitoria - Los últimos sonidos de la trigésimo octava edición del Festival de Jazz de Gasteiz llegaron bien entrada la noche del sábado en un Canciller Ayala donde varios de los músicos de la Orquesta Buena Vista Social Club tenían pocas ganas de irse a descansar mientras The Pink Turtle y David Kikoski Trio, junto a Terell Stafford, apuraban su residencia en las madrugadas del hotel. Pero antes de empezar a pensar en 2015, cuando la sección Jazz del Siglo XXI cumplirá un cuarto de siglo de existencia, es momento de hacer balance de lo vivido.
En el plano general, la cita deja dos ideas sobre la mesa. Por un lado, desde el anuncio de los primeros nombres que iban a componer el cartel de este año, la organización asumió de manera pública que estaba diseñando una edición, sobre todo en el caso de Mendizorroza, con la vista puesta en el gran público, es decir, en la venta en taquilla. Y la realidad es que salvo el lleno registrado en la clausura, ni la doble sesión de Paul Anka ni la protagonizada por Noa y Miguel Poveda (que eran las que de manera más clara encajaban con el objetivo) consiguieron el propósito.
Más allá de que la cuentas cuadren puesto que la afluencia de público tampoco se puede calificar como baja, el festival debería hacer una reflexión en este sentido puesto que esa base sobre la que se ha asentado la programación ha influido en una estructuración del cartel no siempre acertada. Y es que la segunda conclusión general de lo acontecido entre el 14 y el 19 es que se han producido días muy descompensados, siendo martes y viernes los ejemplos más claros. Las combinaciones de Chano y Josele con la big band de Darcy James, y del cuarteto de Bona y Di Battista con Anka no tenían sentido.
Y aquí hay una tercera derivada. Hay un claro ejemplo, cercano en lo geográfico y en lo temporal, de cómo un festival de jazz pasa a convertirse, aunque mantenga el nombre, en un certamen de músicas del mundo donde el género, en realidad, ha pasado a un segundo plano, siendo ésta una decisión lícita. La cita gasteiztarra está muy lejos de llegar a eso, por fortuna, pero tampoco hay que ocultar que en este 2014 ha habido demasiados momentos en los que se ha puesto complicada la misión de escuchar jazz, máxime a la altura del listón de calidad que se supone debe ofrecer el evento vitoriano. Una cosa es no tener prejuicios, como agradeció Poveda en su concierto, y otra el todo vale, como él mismo demostró al no atreverse, como sí hizo en su día Enrique Morente, a afrontar aunque fuera un único standard.
Con todo, entrando en el detalle de los sonidos, el certamen también ha tenido su sabor dulce. El mejor concierto correspondió, sin dudarlo, a Cécile McLorin Salvant. La joven cantante de Miami tiene un talento y una calidad que van más allá de ella misma y su paso por el Principal fue una maravilla en la que técnica y emoción cobraron sentido completo, gracias también al trabajo del pianista Aaron Diehl. Si la matrícula de honor fue para la intérprete, de sobresaliente se puede calificar el paso de una Darcy James Argue’s Secret Society que aunque no conectó con una parte del público, ofreció un recital redondo lleno de sensaciones, imágenes y modernidad. A la lista también hay que sumar a ese huracán llamado Trombone Shorty, cuya garra, energía y atrevimiento es de agradecer. Y por muchos motivos, pero sobre todo por la carga emocional que transmitió, en el mismo lugar hay que situar a la Orquesta Buena Vistal Social Club con especial mención a Omara Portuondo. De notable alto fue lo de Dr. John, Chucho Valdés y, a pesar de las incidencias con los aviones, Baptiste Trotignon Trio.
El resto, estuvo dentro de lo esperable, dejando detalles de calidad y entretenimiento pero sin excesos. Lo único que no estuvo a la altura fue el recital, por llamarlo de alguna manera, de Andrea Motis y Joan Chamorro, todo un despropósito.
Lo mejor. Cécile McLorin Salvant es, sin duda, la gran triunfadora de este año. Sobresaliente también para Darcy James Argue’s Secret Society y Trombone Shorty. Para el recuerdo, las emociones dejadas por la Orquesta Buena Vista Social Club.
Lo peor. Con gran diferencia, Andrea Motis & Joan Chamorro Group en el Jazz del Siglo XXI. Desastroso.