sabido es que la tele es una gigantesca trituradora/batidora donde todo cabe, todos los personajes entran y salen más o menos dañados y todos los asuntos de la vida se convierten en pasto digital para audiencias millonarias. La crisis ha destapado capas sociales que viven en condiciones por debajo de la dignidad humana y ambientes decrépitos y situaciones familiares indignas se pasean por la pantalla con absoluta generosidad, buscando cada cadena un ángulo desde el que mostrar miserias y lazarillos. La Cuatro ofreció hace unos días una nueva entrega del programa Millonario anónimo donde se mezclan generosidad, caridad, denuncia, espectáculo y emoción llorosa a raudales que en la citada ocasión tuvo como protagonista a una triunfadora en el negocio de la belleza y tres asociaciones volcadas en la ayuda a maltratadas, atención infantil y enfermedad piel de mariposa; tres testimonios desgarradores que el programa supo tratar sin abusar ni caer en planteamientos escabrosos o voyeristas.
Siguiendo el formato norteamericano triunfador más allá de los mares, el millonario de cada entrega se enfrenta desde el anonimato al panorama de situaciones delicadas agravadas por la actual crisis que sacude inmisericorde a los más débiles. Un planteamiento con feliz final, no podría ser de otra manera, donde generosidad, humanidad y sentido social de los protagonistas construyen un relato cercano y compartido por los televidentes. Lejos de la telemendicidad del programa de TVE, esta propuesta de Mediaset respeta los límites de la dignidad, presenta en modo periodístico una parte de la realidad social de nuestros días y convierte a la tele en testigo de actualidad. Un enfoque arriesgado e inusual, a pesar de la dulzona tramoya de una millonaria que se acerca a las miserias; casi un cuento de Blancanieves.