Vitoria - "No busco reproducir, sino versionear". Juan Manuel Castro Prieto expresa en pocas palabras el fundamento de su nueva visita a la capital alavesa (sus obras han tomado parte, por ejemplo, en exposiciones en Montehermoso), una oportunidad de conocer el proyecto todavía abierto que se esconde tras Archivo de la memoria. Un total de 27 fotografías componen esta mirada al arte a través de pinturas y esculturas expuestos en museos como el Prado o el Louvre.

Hasta ahora, el reconocido fotógrafo madrileño no había mostrado como lo hace en la capital alavesa una panorámica tan amplia de este proceso, puesto que, como mucho, algunas de las pinacotecas que le han abierto sus puertas han expuesto las instantáneas referidas a sus colecciones. Por tanto, la sala Amárica se convierte desde hoy y hasta el próximo 31 de agosto en una oportunidad única.

El patrimonio artístico, aquello que el ser humano ha realizado y guardado, es el punto de atención de su mirada. También su actual presentación al público, el contexto que rodea a la obra. Pero Castro Prieto no se limita a situar su cámara frente a una pintura o una escultura. Busca de manera premeditada una nueva lectura, una versión propia, otro acercamiento en el que también intervienen procesos posteriores con la utilización de herramientas de tratamiento de imágenes que permiten en la actualidad las nuevas tecnologías.

Encuadres, desenfoques, iluminaciones... son los elementos que permiten al autor detenerse en piezas como La bella de Bernardino (ubicada en el Thyssen), Clotho de Camille Claudel (D'Orsay), La trinidad de José de Rivera (Prado) y Jeune martyre de Delaroche (Louvre), entre otros.

"El lenguaje pictórico o escultórico es también fotográfico" reflexiona Castro Prieto, que sigue sumando imágenes a este proyecto, consciente de que son muchas las ciudades donde poder acudir.

Eso sí, el proceso no es sencillo. Son muchos los museos que ponen dificultades para desarrollar el trabajo o incluso propietarios de los derechos de determinadas obras. Le ha pasado, por ejemplo, con Picasso. O situaciones tan extrañas como obtener los permisos necesarios para tomar las instantáneas pero con la condición de no poder utilizarlas de cara al público. El anecdotario es largo, aunque también se encuentran lugares donde las facilidades son mayores, como le ha sucedido en espacios como el parisino D'Orsay. Todas esas vivencias no se cuentan pero se intuyen también en la exposición que ahora llega a Amárica.