BILBAO - Iberdrola vuelve a realizar un guiño artístico a la ciudad de Bilbao. A la corporación no le basta con adornar su atrio con un mural esplendoroso de Jesús María Lazkano y con una escultura aérea y sutil de Cristina Iglesias. Ahora ha transformado el piso 25 en pinacoteca para mostrar una cuidada selección de las más importantes piezas del patrimonio artístico de la compañía. Esta muestra, que lleva por título La Piel Translúcida, permanecerá abierta hasta el 13 de junio, pero solo podrán visitarla los accionistas de la compañía y ciertos colectivos.

La exposición, que arranca con artistas de la modernidad vasca impresionista y posimpresionista, continúa con el arte español a partir de los años cincuenta y concluye con fotografías tomadas desde los setenta hasta nuestros días, incluye obras de artistas reputados como Chillida, Oteiza, Tàpies, Zuloaga o Antonio López. Para el comisario de la muestra, Javier González de Durana, la colección de arte de Iberdrola posee "características singulares que, además, están ligadas al propio desarrollo histórico de la empresa", que se creó a principios del siglo XX. El comisario señaló que "la selección de las obras no ha sido compleja porque todas ellas son de autores indiscutibles, de gran calidad", y que el gran reto de este proyecto ha sido el de "configurar un espacio museográfico en un edificio de oficinas sin que no se molesten unas piezas con otras". "No es un espacio museístico convencional -insistía-, y lo difícil ha sido crear un espacio adecuado que tuviera cierta intimidad y que a su vez trasladara esa piel translúcida que posee la Torre Iberdrola a su interior. La fachada del edificio es translúcida y tiene por tanto una piel liviana, de cristal. Eso mismo lo hemos querido trasladar al interior, ayudados de cortinas negras que te dejan ver pero no te dejan reconocer lo que hay en el interior de las galerías". Además, el comisario ha comentado que las telas protegen a las piezas del sol, que en el piso 25 de la Torre "castiga con fuerza".

Así, se ha creado un itinerario perimetral pegado a la fachada para que la "potencia del paisaje que se observa desde la cristalera no compita con las obras que se exponen dentro". Por tanto, el propio edificio está muy presente en esta original muestra, que está dividida en tres núcleos o apartados.

oteiza, chillida El primer espacio está destinado a los pintores de la modernidad del cambio del siglo XIX al XX, el periodo que abrió Adolfo Guiard en 1884 y cerró Jose María Ucelay en 1929. Se pueden ver pinturas de ambos, así como de Ignacio Zuloaga, Darío de Regoyos o de Iturrino. La segunda parte se dedica al arte estatal que abrazó la vanguardia a partir de 1957. Bodegón de las afueras, de Antonio López, se puede admirar junto a pinturas de Gerardo Rueda y César Manrique; texturas de Tàpies y Barceló; esculturas de Chillida y Oteiza; las composiciones críticas del Equipo Crónica o las visiones dePello Irazu o Erlea maneros. Incluye las últimas adquisiciones de la compañía, como una colorista composición de 2009 del arquitecto Juan Navarro Baldeweg.

El tercer y último capítulo está dedicado a la fotografía y a las nuevas fronteras. Entre las instantáneas, destacan Trompetas del ángel, de Cy Twombly, dos pares de manos de Robert Mapplethonre, con toda la expresividad del blanco y negro, o una instantánea de los pies en movimiento de Mona Hatoum durante una de sus performances.