Vitoria - A punto de cumplir tres lustros en Eguraldia, el año pasado se decidió a explorar otros registros para sorpresa de los espectadores. Salió airosa de aquellos retos y al parecer se quedó con ganas de más.
Se metió en la primera etapa de 'Implicada' por curiosidad. ¿Por qué vuelve?
-Fueron solo cuatro capítulos y quedaron muchas cosas en el tintero. La verdad es que no sé si los guionistas van a acabar conmigo porque cada vez me ponen en más aprietos. Para el espectador es puro entretenimiento y de la primera etapa gustó sobre todo el conjunto: el ritmo, la música, los personajes,... es una hora pero a la gente se le hizo más corto. También buscamos que se rían y se identifiquen conmigo, que se metan en mi papel. Quiero que el espectador se implique y piense si reaccionaría como yo. Pero la clave de este tipo de espacios no es cómo se comporta su conductor, sino la gente que sale y nos cuenta sus historias.
¿En las próximas entregas se incrementa el nivel de dificultad?
-Sí. En la tele buscamos espectáculo, impacto visual; parece que al espectador le gusta vivir el riesgo a través de la pantalla y que yo pase apuros. Otra vez me ha sorprendido a mí misma hasta dónde puedo llegar. El espectador me va a ver con muchísima presión, me verá llorar con lágrimas de verdad, muy agobiada, me hacen subir en un andamio a un piso doce y tengo vértigo, también trabajo en un restaurante,... La cocina me pareció muy estresante, peor que picar una pared.
Pero la veteranía es un grado. ¿No iba más tranquila?
-Sí, pero algunas entregas de esta etapa son más complicadas. La noche y la fiesta han sido más la curiosidad de vivir todo eso con gente muy joven, con el grupo de amigas de mi hija: ver lo que ahora beben o fuman y si ha cambiado mucho desde que yo tenía 20 años. Pero en los otros capítulos la audiencia me va a ver en el límite: las pulsaciones me suben a 180, se me va a ver mareada, dentro de una ambulancia, va a haber mucho más riesgo y nada teatralizado, todo real.
¿Las noches de juerga y el regreso en limusina son duros?
-Lo duro es el clavo, que no se aguanta igual con 20 años que con 40. Las cosas que tuve que beber me hicieron un daño impresionante en el estómago y en la cabeza. Tres noches de gaupasa son muchísimo. Lo más curioso no ha sido ir en limusina sino estar de marcha con gente de todo tipo, ponerme extensiones en el pelo y un vestido super ajustado, con un look que no es para nada el mío, y meterme en un ambiente como Mao Mao Beach, donde nunca había entrado. Veré el programa con mi madre para que esté tranquila: que no me gusta fumar porros, que me tengo que implicar.
También ha hecho de DJ. ¿Tenía experiencia?
-Tras escuchar durante cuatro horas música tipo reggaeton subí a pinchar porque tenía unas ganas impresionantes de cambiar de ritmo. Ahí ya se me verá disfrutar y bailar como una loca.
¿Ha sacado alguna moraleja?
-Que hay de todo. Hay muchísima gente joven que sale de marcha y bebe algo, pero no esnifa ni fuma marihuana. No van a más y algunos se portan mucho mejor que sus padres a su edad.
También habrá un capítulo deportivo, con vaquillas y traineras. ¿A una deportista como usted le ha resultado más sencillo?
-No, no. Todo ha sido nuevo. Lo que más puede parecerse porque se hace en el mar, que es remar, no tiene nada que ver con el surf. Es uno de los ejercicios más duros a nivel físico y hay que tener mucha coordinación con los demás arraunlaris... y bajo la presión de un Korta que todos sabemos cómo es. Nunca lo había hecho y la imagen de la trainera por la ría de Bilbao es muy graciosa: todos tíos cachísimas y enormes y en medio un pelito rubio, como una pulguita, que soy yo.
¿Remar es más duro que hacer de especialista de cine?
-No creas. Lo peor a nivel mental fue dejarme arrastrar por un coche y también impresiona ver tus brazos en llamas. Eso sí me hizo temer por mi integridad y preguntarme qué estaba haciendo, si no era demasiado. Pasé miedo, pánico.
Ha comprobado que la noche y el deporte son duros. Pero por si fuera poco se ha metido en trabajos especialmente estresantes...
-Sí, no había trabajado nunca en una cocina y no lo hago bien, prefiero ser camarera. La tensión de atender un comedor con cuarenta personas que esperan los platos calientes y a su tiempo es enorme. Sentía la presión del cliente y también la del jefe de cocina, que era Ander del Astelena, al que todos conocen por Sukaldari.
¿Por lo menos sacaría alguna propinilla?
-Pues no, encima me preguntaban qué tiempo iba a hacer... ja, ja, ja.
¿Y cómo le fue en la obra?
-Se dieron cuenta de que tenía más maña que fuerza y me pusieron a colocar aislamiento de ventanas en vez de a manejar maquinaria pesada, aunque me hicieron cargar sacos de 25 kilos. El capataz fue duro conmigo así que me quejaba un poquito pero hice lo que me mandó.
¿A qué truco recurrió para superar el vértigo?
-Me agarraba de la mano del buen hombre que me acompañaba en el andamio, respiraba profundamente y miraba hacia delante, nunca detrás ni abajo; concentrándome en la pared que tenía que picar e imaginando que en lugar de en un duodécimo piso estaba en un primero. Control mental. Pero enseguida bajamos, no aguanté mucho.
¿Adiestrar perros es muy difícil?
-Me llevo bien con ellos, pero una cosa es dar un paseo o tirarles una pelota y otra hacer ejercicios de defensa o de obediencia y colocarte el traje para que el perro te ataque porque eres el enemigo. He tenido descargas continuas de adrenalina y los programas han sido una experiencia increíble.
¿Sigue pensando que estará en televisión pocos años más?
-En la tele tienes un recorrido, la vida son etapas y ésta ya es muy larga: son casi quince años en Eguraldia. Puedo estar hasta veinte pero no creo que más, aunque nunca se puede asegurar nada y al final igual quiero jubilarme entre isobaras. Mi idea ahora mismo es escapar con mi marido a coger olas en sitios cálidos y a trabajar: él, por ejemplo, cocinando y yo dando clases de Pilates. Es cierto que la tele engancha, pero no quiero que me pase como a otros profesionales, que cogen una depresión cuando dejan de salir en pantalla. Sé que llegará un día que pasee por la calle y no me parará nadie para preguntarme por el tiempo o sacarse una foto conmigo.
El 40 de mayo está lejos, pero hay gente que ya ha guardado la ropa de abrigo...
-No hay que cambiar los armarios, en mayo incluso puede nevar. De momento estamos teniendo una primavera mucho mejor que la del año pasado, va a haber días de viento sur y cálidos pero de repente habrá episodios con viento norte y bajada de temperaturas. Ahora toca ropa de entretiempo, ir a capas.
¿Qué balance hace del invierno?
-No ha sido frío, no ha habido heladas fuertes. Pero ha sido terriblemente ventoso, con borrascas continuas que entraban en la mar. Lo recordaremos en el litoral vasco por ese tren de borrascas explosivas que hace años que no se registraba y que ha provocado olas enormes.