Los ojos pequeños, de un azul transparente, de Steve McCurry, un fotógrafo de "corazón puro", han visto tanto a través de su lente como sin ella; una mirada intensa capaz de ver la foto antes de disparar, asegura. Guerras, desastres naturales, retratos que van más allá de un rostro, que reflejan el alma de quien posa, le han convertido en un referente del fotoperiodismo. La intensidad de sus fotografías es tal que se olvida las circunstancias en el lugar donde las tomó y el peligro que podía correr en ese instante, sin embargo, el miedo a perder la vida nunca le arredró. "No piensas en ello", dice.
"Me fascina estar en esos lugares. Forma parte de mi personalidad, de mi ADN, me atrae ese riesgo. Te encuentras en un lugar histórico, donde están pasando cosas", que él, afirma, quiere contar con imágenes. Resulta imposible no presentarle como el fotógrafo que captó la imagen de la Niña afgana de intensos ojos verdes, en junio de 1984 durante la invasión soviética de Afganistán, la imagen publicada en National Geographic cambió su vida y la de la niña, hoy mujer. "Es la foto de mi vida", dice. "Cambio mi vida personal y profesional, porque cada día hay una pregunta, algo que me vincula a ella", explica el fotógrafo, quien añade que no analiza si la belleza de la niña de entonces 12 años no hubiera sido tal, el impacto logrado hubiera sido distinto. "Tenía algo diferente: sus ojos, su expresión afectada, su ropa rota, la cara un poco sucia. Traspasa. Hay algo en ella que perturba".
Reconoce sentirse satisfecho cuando la persona que fotografía resulta beneficiada al publicarse su retrato. Fue el caso de la niña afgana con la que se reencontró de adulta y para la que se recaudaron fondos para mejorar su situación y la de su familia; o la del sastre, que trataba de salvar en pleno monzón su máquina de coser, una acción imposible. Sin embargo, la empresa de máquinas, al ver la imagen le envió una nueva. En esos momentos tiene la sensación de estar aportando algo. "Es un dar y recibir: me dejan fotografiarles y eso les revierte en algo positivo".
Le gusta que la gente mire a la cámara porque es cuando más cosas "revelan". A pesar de que su trabajo se constriñe en décimas de segundo, desvela que sabe ver la foto antes de disparar, aun cuando apenas tiene tiempo de apretar el botón. "La luz es muy importante", pero en muchos casos tiene que tratar de convencer a los personajes de que se dejen inmortalizar. "Veo a un hombre o una mujer por la calle, con una personalidad o un rostro rotundo, que van hacia algún sitio, y tengo que pararles, hablar con ellos para dejar que se fotografíen", dice sonriente. Aunque no cree que el alma quede atrapada en una fotografía. "Es un mito que no sé de dónde ha salido. Quiero mostrar la humanidad de la persona, mostrar su personalidad, eso que les hace únicos y diferentes. Eso es lo que busco", precisa.