Políticamente (in)correcto, deslenguado y cercano, Karra Elejalde (Gasteiz, 1960), el actor vasco del momento, afirma categóricamente que no le gusta "poner apellidos". Dice que para eso ya están los medios de comunicación. Aún así, concede la designación de "fenómeno cultural" para su última película, Ocho apellidos vascos, que con solo cuatro semanas en taquilla ha superado los 25 millones de recaudación y va camino de convertirse en el récord de los récords cinematográficos a nivel estatal. "En un momento en el que la industria del cine está tan baja va a servir para enmascarar las cifras un poco. Lo bueno sería que sucediese con más películas, no solo con una", considera el gasteiztarra.
El éxito del largometraje dirigido por Emilio Martínez-Lazaro le cogió por sorpresa, mientras estaba rodando A Esmorga -su próximo filme- en Galicia, "en un pueblo en el que no había internet, ni televisión ni nada". Tampoco le habría servido de mucho. Karra confiesa ser "un desastre para las nuevas tecnologías. ¿Críticas sobre Ocho apellidos vascos? Me pongo a buscar en internet y no sé cómo encontrarlas". Sin embargo, señala que al margen de la benévola repercusión de la película le han llegado comentarios en alusión a la supuesta malicia que esconde: "El que quiera ver más que diversión en esta película está muy confundido", considera al respecto.
Ocho apellidos vascos es "una comedia romántica recurriendo a tópicos, el problema vasco o cualquier cosa", zanja el actor vasco. "Aquel que se haya sentido indignado, herido, que contemple también que hay una extremeña, personaje que hace Carmen Machi; viuda de un Guardia Civil que decide quedarse a vivir en Euskadi". De hecho, Karra considera que los sevillanos salen peor parados que los vascos en cuanto al abuso de tópicos. Aún así, asegura que jamás haría una película que pudiera herir la sensibilidad de nadie. "He rechazado muchas películas precisamente para evitar ese problema", apunta.
un vasco sin patrón Karra Elejalde se crió en Gatzaga, una pequeña localidad guipuzcoana limítrofe a Araba en la que vivió hasta los 14, cuando se mudó a Gasteiz. El avatares del amor lo llevaron a Catalunya, donde a sus 53 años actualmente reside desde los 40. "Los tópicos me parecen una tontería. Cuando viajas y te mueves, ves gente buena y mala en todas partes", considera el actor, quien no duda en arremeter contra el ombliguismo vasco: "¿Que se come bien en Euskadi? Sí, pero también se come bien en muchas partes del mundo".
Después del alcance de la película Ocho apellidos vascos, que ya ha conseguido más de cuatro millones de espectadores, no es de extrañar que fuera de Euskadi visualicen a Karra como el típico (no tópico) padre de familia vasco. El actor gasteiztarra es consciente de ello, aunque no lo comparte: "Me han dicho que he conseguido hacer el prototipo de hombre vasco, pues no. Carlos Arguiñano es, por ejemplo, nuestro embajador más internacional. ¿Es el prototipo vasco? No, es un vasco. Y yo he hecho otro vasco, pero en la realidad soy otro vasco. Hay mil tipos de vascos. Ni todos los vascos son nacionalistas, ni todos los vascos tienen un barco, ni son arrantzales...".
En ese sentido señala que Koldo, el personaje que encarna en la ficción, se sitúa en las antípodas de sus creencias. "Su barco se llama Sabino III, a si que ya sabemos qué tipo de nacionalista es. Yo estoy bastante lejos de eso, transito entre el leninismo y la acracia, muy lejos de conservadores nacionalistas; pese a eso, he hecho un personaje entrañable. No le he puesto ninguna gana a que este personaje caiga mal, todo lo contrario. He hecho un personaje muy poco próximo ideológicamente a mí".
Meterse en el papel, sin embargo, no le costó demasiado. Habiéndose criado en una zona cercana a Durango y Otxandio, en la que se habla vizcaíno, ha sido el deje de esa zona el que ha adoptado. "Mi aita, euskaldunzaharra, tenía esa manera de hablar en castellano, pero he intentado imitarla, no impostarla", explica Karra. Nada más lejos de su intención que ridiculizar ningún acento: "Es muy sano reírnos de nosotros mismos, sólo de esta manera estaremos legitimados para reírnos de otras cosas, de otros pueblos y de los demás. Hay que empezar a reírse por uno mismo", opina el actor ganador de un Goya por También la lluvia (2010).
y sin pelos en la lengua Como ocurre habitualmente cuando una película obtiene tamaña notoriedad, la secuela comienza a cocinarse enseguida. No obstante, el actor gasteiztarra desmiente alguna que otra especulación al respecto: "Dudo que Martínez-Lázaro haya dicho que la secuela se llamará Nueve apellidos catalanes. Todo el mundo quiere saber más que todo el mundo, pero Cobeaga y San José todavía no se han puesto con el guión". Lo que sí es cierto, señala, es que el director tiene intención de grabar una segunda parte y contar en ella con los mismos actores. Karra asegura que participaría siempre y cuando estuviera "en sintonía con el guión". Una sintonía que no parece tener con la clase política. ¿Habrá visto Cristóbal Montoro la película? "A Montoro no le gusta lo que hacemos aquí, dice que lo hacemos muy mal. Le gustará ver Rambo III o Rocky IV, ¡yo que sé!". El actor asegura que no le preocupa lo que piensen los mandatarios sobre este tipo de fenómenos cinematográficos: "Nosotros no tenemos que justificar nuestro trabajo. Ni ellos (los políticos) deberían tener la necesidad de echarnos al pueblo encima, de mentir con alevosía diciendo que los actores pagamos en paraísos fiscales". Y añade: "Estoy harto de decir lo que pienso de estos pájaros, estamos en manos de desaprensivos y de gente, sobre todo, rencorosa".