Aunque la reinvención de Robocop 2014 respeta incluso el nombre del policía cuyos restos sirven para (re)construir el cyborg que Robocop es, el esforzado y notable trabajo de José Padilha no puede (ni quiere) recuperar su naturaleza originaria. En ese sentido, Robocop 2014 se comporta un poco como el Old Boy de Spike Lee con respecto al de su modelo de partida; aunque hay planos y secuencias idénticas, las diferencias resultan abismales. Ciertamente, a favor de Padilha hay que apuntar que, si no supera al original creado por Paul Verhoeven, sí que en su reescritura sale bien librado de su puesta al día. Recapitulemos para los más jóvenes. Cuando Verhoeven filmó Robocop había ya acumulado una curiosa y nada convencional filmografía. Este holandés, físico matemático antes que cineasta, irrumpió en el panorama internacional desde su Holanda natal con un cine irreverente, sexualmente corrosivo y en plena sintonía con la cultura underground emanada tras la resaca del 68. De hecho, Verhoeven dirigió Robocop después de filmar en España Los señores del acero, irreverente incursión en la edad media europea; una réplica escatológica al Lancelot Du Lac de Bresson.
El Robocop de Verhoeven hacía trizas la corrección política. Su fábula de un futuro inmediato en el que policías robots sustituyeran a los agentes humanos en aras a la rentabilidad económica, era una bofetada a la deshumanización y a la descomposición de las democracias occidentales. Un cuarto de siglo más tarde, Padilha, un cineasta brasileño, buen conocedor del cine documental y cuya película Tropa de élite (2007) ganó el Oso de Oro del año siguiente, responde a Verhoeven con sus propias armas: ironía e irreverencia. Los tiempos han cambiado y los de Padilha ya no saben de guerras frías ni de equilibrios estratégicos. EEUU se ha convertido en el gran poder y hacia ese poder se dirige una reflexión que ahonda en la tragedia de este Prometeo del siglo XXI. Hay más acción y menos reacción; hay un gran reparto, desaprovechado en parte, y hay una de esas aportaciones impagables a la galería de los mitos del presente.