Publicado originalmente en 1998, 'El cuaderno rojo' ya fue traducido en 2002 y ahora vuelve por sus fueros en castellano. Antes de centrarnos en volver a repasar la novela, ¿hasta qué punto es importante la traducción al castellano?
Creo que es muy importante y, además, es novedosa, ya que en toda la historia de nuestra literatura, y me refiero a la literatura escrita en euskera, hasta hace cosa de 20 o 30 años, durante siglos nunca se había traducido nada; no había interés por ese tipo de trabajos fuera de nuestro territorio estricto. Por lo tanto, no solo es importante sino que marca una situación de la literatura escrita en euskera como no hemos conocido nunca.
El papel de la mujer en la familia vasca, tradicionalmente matriarcal en el hogar, se rompe en mil pedazos con esta Penélope al revés que protagoniza el libro. ¿Es, era, una defensa del feminismo, de la libertad para la mujer?
No, no es una defensa, no me lo planteo como tal, yo cuento una historia. De entrada, no parto de que nuestra sociedad sea matriarcal, en todo caso ese fragmento de matriarcado sería cierto en el terreno de lo doméstico, pero si recurrimos a nuestro imaginario, las personas que se reunían para hacer las leyes debajo del árbol de Gernika eran todos hombres; ahí no había matriarcado ninguno. Pero yo cuento una historia y, para mí, contar una historia es como tener un sueño. Eso sí, para interpretarlo necesitas un psiquiatra, alguien que te diga que si has soñado esto es por esto otro. Yo soy feminista, aunque no me planteo hacer las cosas desde ese punto de vista, pero supongo que es algo que impregna toda mi vida. Lo que no quita para que, dentro de un rato vaya a hacer la compra para todo el fin de semana, y eso no quita para que siga siendo feminista; no creo que haga una compra feminista. De todas formas, cuando leo las interpretaciones de lo que en realidad quiere decir lo que he escrito, me quedo siempre estupefacta y pienso que igual tienen razón y que eso está en mis libros, pero yo no me lo he planteado así.
La mujer encargada, en la novela, de hacer llegar 'El cuaderno rojo' a los hijos alejados de su Madre se esconde bajo una misteriosa L, ¿por qué ese oscurantismo, que sí le correspondería a la Madre, militante en la clandestinidad?
Por varias razones. Primero, porque siempre tengo dificultades para poner nombre a los personajes. Intento que sean nombres que me resulten naturales, pero en el último medio siglo los que en mi infancia eran naturales han dejado de serlo de manera radical; y los que ahora son más frecuentes no se me hacen muy familiares a no ser que los tenga cerca. Y la segunda razón era porque la novela se mueve en un ambiente de clandestinidad donde la gente no sabe cómo se llaman los demás, donde los nombres se tapan por razones de seguridad.
"Cuando creí que os había perdido para siempre, aprendí lo que es el miedo, el vacío y la soledad", una afirmación durísima pero extraña en una persona, la Madre, que ya había tomado una decisión que implicaba esa pérdida.
Teóricamente no, ella pensó que podía compaginar ambas cosas, como le sucede a mucha gente en esa circunstancia, que piensa que es una situación que va a pasar rápidamente, ya que en este caso, por lo que sabemos, no es una persona con delitos de sangre, lo suyo es una actividad de otro tipo. Pero, seguramente, lo que ella escribe es lo que vive en ese momento, pero no todo lo que vive. Seguramente, unos meses más tarde o unos meses antes lo hubiera dicho de manera distinta, no es pura objetividad, es una carga emotiva que le da la circunstancia en que ella se encuentra en ese momento.
El rojo, ¿es el reflejo de cierto simbolismo o es una mera anécdota?
Pensé en varios nombres de cuaderno y estaba todos ocupados, y al final me decanté por el rojo. Y, por otra parte, para mí, el rojo es uno de los pocos colores que yo utilizo, más allá del negro.
La sociedad ha cambiado mucho, la situación política no es la misma, ¿cómo afecta esto ahora a su novela, a la que inevitablemente se habrá tenido que acercar de nuevo para esta edición?
La he tenido que releer, en contra de mi gusto y de mi voluntad, para corregir las pruebas, pero si no estoy obligada, jamás releo lo que escribo, ya que, por ejemplo, en este mismo libro había cosas que hubiera corregido pero no puedes hacerlo porque no serías fiel a lo que hiciste, lo que te crea cierto desasosiego. Y, por otra parte, respecto a la situación actual, todavía hay mucha gente exiliada. De hecho, esta historia cuenta con un origen en la realidad que no tiene que ver con la política. Casi todos los que hacemos ficción somos una especie de aves de rapiña, de vampiros, que vamos cogiendo cosas y fragmentos hasta que llenamos el almacén y toman forma, no sabes bien por qué razón. Pero la historia de una madre que pierde a sus hijos durante unos años y que los recupera cuando cumplen 18 es real y no tenía que ver con la política, tenía que ver con cuestiones legales de divorcios y custodias. De todas maneras, supongo que en breve plazo podremos olvidarnos de historias de exiliados y personas al margen de la legalidad, pero todavía no, estamos en ello.
El dolor corre como un hilo de principio a fin pero, ¿siempre con el hálito de la esperanza caminando de forma paralela?
Sí, hay una fe un poco absurda que, en la historia de la que yo parto, estaba desde el principio. Esta mujer tiene fe en que volverán, y yo creo que, por lo menos la hija, volverá.
Al final, entre muchas moralejas de la novela, figura una especial, ¿debemos confiar más en el amor de los hijos?
Sí, pero no es algo que se dé siempre. Una obra de ficción no es una obra sociológica en la que afirmas que todas las relaciones padres-hijos sean de una forma, simplemente hablas de una en concreto. En este caso, la hija sí tenía la edad suficiente para percibir la forma traumática en la que les separaron de la madre, montando el padre rápidamente otra familia con la que ella, la hija, supo siempre que no era su madre. Lo que no sabemos es lo que piensa el hijo, Beñat, aunque yo creo que la hermana se habrá ocupado de hacerle saber que esa no es su madre. Pero eso es algo que no sabemos. Yo creo que, a veces, el amor entre padres e hijos es una fuerza poderosísima, otras veces es un infierno y otras inexistente. En este caso, en esta novela, es muy poderosa.