Más de 200 músicos, 23 canciones... Cada nuevo proyecto de Kepa Junkera sube, en alguna forma, un peldaño sobre el anterior. ¿Cuál fue la chispa, el detonante, que le hizo embarcarse esta nueva aventura?

El detonante surgió hace mucho a raíz de la emoción que me produce escuchar la música de Galicia. Desde hace años he ido asiduamente, lo que me ha permitido conocer cómo tocan, cómo se emocionan con la música y cómo bailan, así como ir descubriendo esas melodías preciosas que tienen y que yo siento muy cercanas. Siento una gran admiración y por eso la chispa ha sido, sobre todo, musical, ya que como creador de melodías siento una envidia sana de un repertorio precioso con momentos e instrumentistas espectaculares. Además, tienen cosas muy parecidas a las nuestras ya que bebemos de las mismas fuentes, aunque cada uno tenga su propia identidad. Son 25 años de relación con Galicia, una devoción hacia una cultura apasionante y un montón de amigos, de otra manera hubiera sido imposible realizar un proyecto de este tipo. Así, el año pasado hice unas llamadas a mis amigos, les comenté la idea, les pareció interesante el proyecto y arrancamos con la premisa de, sobre la buenísima materia prima que ellos tienen, añadir instrumentos como la txalaparta, las panderetas, la triki o los irrintzis, descartando otros instrumentos como el bajo o la batería. Prefería esa denudez para que fuera más auténtico, ya que era la primera vez que hacía un desembarco tan fuerte en otra música que no sea la vasca.

¿Qué tiene Galicia que casa tan bien con Euskal Herria musicalmente?

La relación se remonta a mucho tiempo atrás, con numerosos datos que ratifican que ha sido un contacto muy estrecho. En mi caso se remonta hasta mi barrio, Rekalde, donde viven un montón de amigos de Galicia; y luego, ya a través de la música, de la trikitixa, he conocido no solo Galicia sino todo el norte, que realmente me apasiona.

¿Ha establecido algún hilo conductor que ejerza como guía en este maremágnum de músicas?

La confianza en todos ellos ha sido fundamental, ha sido un trabajo comunitario. He intentado mantener el equilibrio entre el tema original y mi forma de sentir esa música. Al tocar la txalaparta, la pandereta o la triki, ellos reconocen que algo ha pasado pero, a su vez, notan que no han perdido su identidad.

Da la sensación de que este es uno de esos trabajos en los que el camino hasta su realización ha sido más interesante que el resultado.

Ha sido un camino de esos en los que, además de salir todo de forma muy natural, no quieres que nunca termine. De hecho, tenía la sensacion de que como siguiera, al final, en lugar de dos iban a ser cuatro discos. Haciendo un símil futbolístico, contábamos con un gran fondo de banquillo que nos ha llevado a tener que descartar cosas buenísimas, porque esta música es tan vital para ellos, la sienten tanto, que en cuanto se abren un poco es muy facil moderar esas energías que transmiten.

¿Con qué momento se quedaría?

Hay muchos, pero destacaría sobre todo los encuentros con los músicos veteranos, como Emilio Do Pando, de Fonsagra, que toca la trompa y el arpa de boca; o el acordeonista Manuel Pazos de Merexo, de 86 años, de A Costa da Morte. Si estamos aquí, es gracias a gente como ellos. Y, por otra parte, también resaltaría el momento en el Centro Gallego de Barakaldo, una de esas ventanas a los gallegos que siguen mantienendo su cultura lejos de su tierra.

De alguna forma, ¿el resultado podría definirse como nueva música para viejas canciones?

Así es, y eso que hacer esta apuesta orgánica actualizando desde la sencillez es muy complicado de ver si no se cuenta con instrumentos más actuales. Pero es que estas músicas son eternas. Si han llegado hasta nuestros días, filtradas por tantas generaciones, es que también son actuales y no hay que añadirles muchas cosas; ese ha sido el reto.

¿Este es el disco gallego de Kepa Junkera o es un disco gallego con Kepa Junkera?

No lo sé (risas). Nunca me he preocupado por etiquetarme o por hacer una reflexión de lo que va a ser. Creo que he estado ahí como en otros proyectos, pero en este caso está claro que la esencia es Galicia... A ese encuentro he intentado aportar mi visión, pero siempre con mucho respeto y agradecimiento por el hecho de que me hayan dejado modelar estas canciones y esta cultura. Cultura que, por otra parte, es inabarcable, con un cantera de músicos impresionnante. Está tan incrustada en la sociedad la cultura musical y el baile que, realmente, es muy impresionante. De Galicia dicen que es el país de los mil ríos, me gustaría que este proyecto fuera un río más de los que confluye.

La música se vuelve a mostrar aquí como el nexo fundamental para la convivencia y el entendimiento.

Para mí es lo natural. Cuando yo empecé en esto hace 30 años lo hice intentando aprender y disfrutar con la música que hace cualquier persona de otros lugares. Yo lo siento como natural, lo artificial habría sido quedarme en mi entorno y pensar que lo que toco no está compartido anteriormente. Para mí es algo que me ha fortalecido a nivel personal, con lo que he aprendido y que me ha ayudado a crecer y valorar las cosas positivas que tenemos todos. Hoy en día, tal y como me escribió Saramago en el prólogo de Etxea, "el primer desafío es cantar la lengua del otro".