Vitoria. ¿De qué hablamos cuando mencionamos a las brujas de Zugarramurdi, que tan famosas se han hecho a raíz de la película de Alex de la Iglesia? ¿Quién era considerado brujo o bruja? ¿Por qué la Inquisición española hizo seguidismo de la caza de brujas llevada a cabo por el Estado francés al otro lado de los Pirineos? ¿Por qué dos inquisidores de Logroño llegaron a inventar el vocablo aquelarre para atribuírselo a la brujería de aquella gente? ¿Qué representó en todo ello la aldea navarra de Zugarramurdi? A estas y otras muchas preguntas responde con rigor Mikel Azurmendi, profesor de Historia comparada de las religiones, en Las brujas de Zugarramurdi (Almuzara), un completo estudio sobre el proceso más célebre que llevó a cabo la Inquisición española contra la brujería.

"Este estudio tiene la pretensión de consolidar en un relato científico lo que hasta ahora no eran sino trozos y esquemas de pensamiento, que planteaban la necesidad de franquear un peldaño más en la comprensión de la persecución de la brujería en las tierras de habla vascuence a comienzos del siglo XVII", comenta el autor. Es por ello que Azurmendi indaga en este estudio en las causas del desencadenamiento de aquella persecución, que atribuye, entre otros factores, a las contradicciones culturales y sociales existentes entre la clase instruida y la gran masa de la población, profundamente analfabeta.

Al filo del holocausto Según su autor, las consecuencias de esta persecución ocasionó una ingente producción de dolor y sufrimiento a miles de víctimas, un hecho que provocó un colapso social y cultural y una escisión entre acusados y acusadores, "que estuvo a punto de producir un holocausto generalizado al estilo de la solución final nazi", a la vez que se consumó la metamorfosis de una parte del pensamiento teológico en ideología pura y dura, muy apta para ser usada por los poderes civiles según su albedrío.

Azurmendi aclara en este libro el uso no ideológico que se hace del término vasco, "ante todo porque ni la brujería perseguida fue vasca, como se afirma a la ligera en muchos estudios, ni la tierra de persecución inquisitorial era el País Vasco. El termino vasco designaba en la época exclusivamente el territorio francés de Lapurdi y, a veces, a sus habitantes.

Además de describir el complejo proceso, igualmente, da cuenta de cómo uno de los inquisidores del caso, Alonso Salazar y Frías, llegó a revisar el caso y a la conclusión de que todo aquello había sido un delirio y una farsa de los propios inquisidores, hasta lograr que la Inquisición promoviese en 1614 un contrito mea culpa con el que se acabaron para siempre en el estado las hogueras judiciales donde quemar brujas y brujos, mientras en toda Europa y América arderían aún durante un siglo más.