Madrid. Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, Murcia, 1951) se ha movido durante un tiempo entre grafiteros para preparar su nueva novela, El francotirador paciente, y después de contemplar en varias ciudades europeas las actuaciones de estos grupos, asegura que "hay más arte en las ca-lles que en las galerías de pintores".

"En algunos grafitis he encontrado un arte más auténtico y sincero, más respetable a veces que el de ciertas galerías", afirma en Pérez-Reverte. Esta es una historia "bronca, seca, muy dura y callejera", de ritmo trepidante y con buenas dosis de intriga y misterio, en la que también critica esa parte del arte moderno que está "pervertida por galeristas sin escrúpulos, trincones, y por los críticos que tienen comprados". Desde el principio deja claro que con esta novela no trata de hacer "una apología del grafiti". Ni lo defiende ni lo ataca, sino que utiliza esa forma de arte callejero como en otras obras suyas utilizó el narcotráfico, la esgrima o la guerra para contar determinadas historias. "Hay vandalismo a veces en el grafiti y también hay arte, pero yo no entro a juzgar ese mundo", señala Pérez-Reverte, para quien "es evidente" que el grafiti "es un mundo fascinante que tiene una épica negra, retorcida, singular". Y tiene "sus traidores, sus héroes, sus villanos, sus chivatos, su camaradería. Es un mundo lleno de códigos y de reglas y eso lo hace narrativamente muy interesante", dice con pasión.

"Mis temas y mis personajes" Aunque el escritor se adentra ahora en un territorio "ultramoderno", asegura que esta novela no es tan distinta a otras suyas. "Son mis temas y mis personajes de siempre, mi visión de la vida pero llevado a un mundo moderno, muy urbano, callejero", comenta el novelista, cuya obra está traducida a más de 40 idiomas. La palabra "francotirador" del título está presente en la vida de Pérez-Reverte "desde hace mucho tiempo". Y en cierto modo se siente como tal porque sus lectores lo hicieron "libre muy pronto", en 1990, cuando triunfó con La tabla de Flandes. "Llevo 23 años de libertad, en los cuales he podido permitirme hacer enemigos porque no dependo de nadie para vivir, nada más que de mis lectores, la única cosa que respeto de verdad. Como mi vida está resuelta y es muy sencilla, puedo permitirme ser un francotirador", asevera.

Para ambientar su novela se ha movido por España, Portugal e Italia y ha comprobado que "el grafiti puro y duro, el más elemental, busca menos la calidad que la cantidad, busca menos ser bueno que ser muy visible". El grafitero puro y duro "necesita la ilegalidad". "Si es legal, no es grafiti", se repite en la novela. "Las ratas no bailan claqué", se dice.

La novela está protagonizada por Alejandra Varela, especialista en arte urbano a la que un editor le encarga que localice a Sniper, un grafitero famoso que el autor define como "una mezcla de Bansky y Salman Rushdie". Sniper es admirado en medio mundo y muchos secundan sin dudarlo las acciones callejeras que promueve, que a veces acaban de forma trágica. El viaje que Alejandra realiza desde Madrid a Lisboa, Verona, Roma y Nápoles para localizar a Sniper pondrá al lector en contacto con una galería de personajes secundarios excelentes. A Pérez-Reverte no le ha sido difícil hacer amigos entre los grafiteros porque es "sincero" y "ellos lo saben". "No soy el escritor snob que baja de su mundo para una novela. Yo vengo de un mundo duro, fui reportero durante 21 años, conozco los códigos de los grupos marginales".