Dirección y guión: Woody Allen Intérpretes: Cate Blanchett, Alec Baldwin, Sally Hawkins, Alden Ehrenreich, Andrew Dice Clay, Louis C.K., Max Casella, Charlie Tahany Bobby Cannavale Nacionalidad: EEUU 2013 Duración: 98 minutos

con una de las filmografías más regulares, extensas e identificables de los cineastas contemporáneos, el cine de Allen aparece siempre fiel a sí mismo. Todas sus pelí culas se parecen, pero todas se las ingenian para imponer una vuelta de tuerca que las hace reconocibles a su herencia, pero distintas a la anterior. De hecho, podríamos abordar su obra atendiendo a cuestiones cronológicas, a pertenencias genéricas, a circunstancias personales/biográficas pero, sea cual sea la hermenéutica que apliquemos, la marca de Allen impone su gesto. No obstante cabría hablar de tres grandes familias como configuradoras del cine de Allen a través del tiempo.

Una: el de las películas que cuentan con él como actor; eso ocurría siempre en sus primeros años. Dos: el de las películas que no cuentan con él como actor pero hay algún personaje que encarna sus tics y en el que se reconoce la presencia de Allen y de su personaje por, digamos, delegación. Y tres: aquellas películas en las que no sale Allen ni ningún actor ocupa su ausencia. Estas últimas muestran un trasfondo más oscuro. Son más de culpa y remordimiento que de esperanza y humor.

Blue Jasmine pertenece a esta categoría que mira más a Dostoyevski que a la comedia americana. Pertenece a la familia de obras como Match Point, películas en las que Allen no siente piedad hacia ningún personaje. Y aunque no todos aparecen despreciables, todos son escrutados sin pasión, ni compasión. No hay conmiseración.

En Blue Jasmine, Allen regresa al mundo de la crónica social. Se emboza el traje de cirujano de corte certero y precisión milimétrica para empeñarse en diseccionar la estulticia y la mediocridad de la sociedad contemporánea. Aquí, Allen desgrana el cuento de la hermana rica y la hermana pobre. La primera, Jasmine (excelente Cate Blanchett), podría ser una de esas ricas esposas de maridos corruptos que en la España de 2013 abundan por doquier. Ponga usted el apellido que quiera. ¿Bárcenas?, ¿Urdangarín?, ¿Correa?... La diferencia es que en la película de Allen, en la América del espionaje gratis y las mentiras sin contrición, se nos dice que van a la cárcel.

La hermana pobre, Ginger (Sally Hawkins), conserva en clave contenida muchos ecos de su papel en el filme de Mike Leigh, Happy Go Lucky (2008). De hecho, si Blanchet encarna la tristeza, ella replica con una alegría aparente en esta amarga crónica sobre el pulso imaginario entre dos clases sociales llamadas a autodestruirse. Cierto que Allen prefiere dedicar su atención al personaje que da título al filme. Para ello cuenta con una Cate Blanchett a la que le concede la partitura ideal para el lucimiento. Y Cate Blanchett responde al reto con un recital de gestos exactos, de control del rostro y de alta inspiración. Su Jasmine, en su Jasmine, se percibe la insoportable vanidad de las damas de mecha y Vuitton, de vacío y estupidez. Y en Allen se sabe la genialidad de un cineasta que hace unos años, tras intentar infructuosamente emular a Bergman y Fellini, supo que las obras maestras no se buscan, salen al encuentro, pero para ello hay que permanecer siempre alerta y con la cámara siempre rodando. De hecho, el día que Allen lo supo, decidió filmar sin grandes ambiciones pero con la firme voluntad de hacer de cada película un nuevo capítulo en esa gran obra conformada con todas y cada una de sus películas. Como episodios de una novela interminable, Allen cada año aporta nuevos pasajes, nuevos personajes. Pueden ser regulares o buenos pero, de vez en cuando, como en Blue Jasmine, son excelentes. En este caso para evocar el daño que para la inteligencia y la felicidad representa el culto al dinero y la avaricia.