Donostia. La actriz Carmen Maura ha visto crecer al Zinemaldia desde el pose moderno del primer Almodóvar (Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón) a la celebración pausada de La comunidad (Concha de Plata a la Mejor Actriz). "Ahora es un certamen muy gordo", comenta en un encuentro con los medios antes de subirse al escenario del Kursaal para recibir su Premio Donostia. "Intentaré no ponerme blandengue. Me daría mucho apuro", suspiraba. Fue Álex de la Iglesia quien le contó el "secreto" que no podía compartir: el Premio Donostia. "Que no, Álex. Si ese es de las extranjeras", le espetó. Le entusiasmó la ilusión que manifestó el bilbaino, para quien protagoniza Las brujas de Zugarramurdi.

Dice que Álex de la Iglesia se alegró por el premio. ¿Otro director probablemente también o no...?

Bueno, del otro (en alusión a Almodóvar) no puedo hablar porque se enfada. Es bastante incómodo porque me preguntan en todo el mundo sobre él e intento contestar con sentido del humor porque yo no soy agresiva para estas cosas. Se lo toma a mal y se pica. Y la última vez fue un escándalo. Y ahora no quiero que me pongan a parir por Internet.

¿Cree que se valora menos a las actrices españolas?

Entiendo que el Festival quiera que venga Meryl Streep. Además, al Premio Donostia lo colocan en una suite que ya me gustaría enseñárosla. La imagino a ella, comentándola a su amiga Jessica Lange. Tengo una superhabitación, con un supersalón, con mi maquilladora al lado, justo pegada a mí. Mira que he ido a festivales, pero no había esas habitaciones del María Cristina, tipo estrellón.

¿Con usted se abre un nuevo camino?

Creo que sí. En este país tenemos actrices fabulosas que no tienen nada que envidiar a las de ningún país. Aconsejo a todas que aprendan francés, porque actrices como nosotras escasean en Francia. Son más retenidas. Recuerdo que en Las chicas de la sexta planta le tocaba una escena en la ducha a Natalia Verbeque, y como es ella es tan generosa y tan extrovertida, no se cortaba, pero los técnicos se ponían colorados. Nada que ver con la reacción de los españoles.

De hecho, últimamente al menos, trabaja más en Francia...

Empecé a trabajar en Francia antes de la crisis. Y en América Latina...

Y con Coppola.

No me gustaron las condiciones laborales. Contrataron a estrellas argentinas y todo el mundo dijo que sí, pero por mucho menos dinero. Como Woody Allen, en Barcelona. Y que conste que Woody Allen me chifla. Pero no tenemos que consentir ciertas ordinarieces. Aun así, me cayó genial. Es un tío muy listo. Pero había que ver a parte del equipo de rodaje con todas esas ojeras. Le dije que no rodaba más de doce horas al día. Seguro que conocerá mi posición y comprenderá que tengo razón. Si quiere alguien importante hacer una película pequeñita, que lo haga en su finca.

'Las brujas de Zugarramurdi' plantea la guerra de sexos: hombres que despotrican contra sus ex y el prototipo descarnado de las mujeres-brujas. ¿Cómo se vivió todo ello durante el rodaje?

Álex suele colocar diálogos de cosas que le pasan a él. Pero nunca será una película contra la mujer porque él es un superfan de las mujeres. Adora a las mujeres: pequeñas, gordas, grandes, mayores... Vive los típicos problemas de los hombres separados. Siempre ha pensado que somos más listas y más fuertes. Y creo que tiene razón.

El rodaje tiene toda la pinta de haber sido duro...

Ha supuesto un esfuerzo enorme para él. Menos mal que no soy directora. Ha sido una película muy dura para Álex: mucha gente; cada actor tenía su especialista... Lo de las cuevas fue una locura. Y eso que tuvimos a la mejor figuración que me ha tocado nunca. Esas vascas que nos echaron una buena mano. Aguantaron noches enteras. Todas maravillosas y supermetidas en el papel.

¿Se sintió poderosa en el momento en el que se dirige a ellas?

Sí, me dio mucha sensación de poderío, colocada encima de ellas, con todas gritando en la cueva. Nunca he querido ser líder, pero ese momento fue divertido.

Nada que ver, por tanto, con el rodaje de 'La comunidad', ¿no?

No, no. Es una burrada de película. Una pena que no tuviéramos más semanas de rodaje. Y luego, claro, las cuevas, que eran impresionantes. Cuando empezaba a llover, si te tocaba una gotera en la cabeza, te quedabas en el sitio. Ahora en serio, le deseo toda la suerte del mundo a Álex. Y espero que la gente no lo descargue por Internet porque, está hecha para verla en el cine: gritando, viviéndola.

¿Qué le falta a la industria española para despuntarse?

Dinero. El problema son los medios. Pero estamos despertando mucha curiosidad en todo el mundo. No hay más que mirar los éxitos de Buried, Bayona... De talento e intuición, vamos bien. Luego están las regiones. ¡Somos tan diferentes entre nosotros! Sería genial que nos lleváramos bien.

¿Sigue estando receptiva para directores noveles?

Leo todo lo que me envían, sea de un desconocido o no. Cuando empecé ya hacía todos los cortos del mundo. Ahora aspiro a trabajar menos y dejar de lado las esperas, pruebas de vestuario, 50 nombres distintos que hay que aprender por cada película... Soy de las que disfruta no haciendo nada. Irme sola al campo, por ejemplo. Es que no soy sociable. Y mira que mi mundo es todo sociable. La gente me gusta de poquito a poquito.

Y si deja el cine, ¿retomaría el teatro?

Ahora me apetece el teatro. Pronto, estrenaré Carlota, una comedia de Mihura.