vitoria. Se acuerda del primer contacto que tuvo con Iñaki Pangua, primer director de La noche de..., que falleció en accidente de helicóptero cuando grababa La mirada mágica. Recuerda el primer día y la primera película, Drácula, y ya han pasado dieciocho años. Dieciocho años de 'La noche de...', todos los martes en pantalla sin faltar uno, pero ¿se acuerda del primer día?
¡Cómo no! La falta de costumbre convirtió aquello en una prueba de obstáculos. El programa era diferente a como se hace ahora. Tenía dos partes y mientras se emitía la película nosotros estábamos terminando la segunda. El sitio donde hicimos aquel primer programa, la cabina de audio, estaba en obras, no era el sitio más glamuroso. A pesar de todo, lo hicimos y salimos adelante. Dieciocho años después, aquí estamos.
Un empeño personal de Iñaki Pangua, ¿no?
Totalmente, fue una coincidencia de circunstancias. La idea era de Iñaki, él llevó la idea a ETB. Por aquel entonces, yo llevaba tres años comentando películas en diferentes horarios. Se juntó una cosa con otra, nos presentaron, no nos conocíamos. Nos caímos bien porque la gran hermandad del cine une y los cinéfilos nos reconocemos. Y todo funcionó como la seda.
¿Qué película emitieron entonces? ¿Se acuerda?
Por supuesto, Drácula, de Bram Stoker, dirigida por Francis Ford Coppola. Es ya un clásico. Curiosamente, era una película que nunca había tenido una gran audiencia, con nosotros la tuvo.
Un tema que ahora está muy de moda en el cine y la televisión.
Exactamente. Aquella audiencia que tuvimos fue una especie de bendición del público a ese programa que nacía un 19 de septiembre de 1995.
Un programa que tiene público de todas la edades, pero fundamentalmente joven.
Sí, se han ido sumando a él muchos jóvenes que cuando nació el programa eran muy niños. Es normal que atraiga a la gente joven, el cine es un arte que ha encandilado, quizá por el magnetismo de sus imágenes, a las generaciones más jóvenes. Yo mismo soy una víctima de ese magnetismo desde mi niñez, me quedaba fascinado por aquellas cosas que se veían en la pantalla. Incluso tenemos localizado a un chico que nació el 19 de septiembre de 1995, el día que nosotros estrenamos el programa y se puso en contacto con nosotros cuando cumplimos quince años. Se ha convertido en nuestro tótem.
¿Quién era más cinéfilo, Iñaki Pangua o usted?
Es difícil hacer una graduación del tema. Los cinéfilos, llegados a un punto, estamos colocados todos en el mismo nivel, somos gente que veíamos, y seguimos viendo, cuatro películas a la semana en el cine, somos amantes de los clásicos, descubridores de nuevos valores y, en definitiva, seguimos sintiéndonos atraídos por las historias contadas en imágenes. La verdad es que hay una cosa que me sorprendió en Iñaki, cuando no había vídeos, él se iba con un cassette y tenía la grabación de las bandas sonoras, por ejemplo de El gatopardo... Eso muestra que el cine es multifacético: reflexión, música, literatura, imagen, cultura en definitiva.
Con su programa ha convertido a muchos de nuestros hijos en auténticos aficionados al cine.
No sabes cómo me alegro. El cine es un veneno, una droga en muchos casos, pero tengo que decir que no tiene efectos secundarios.
¿Ha cambiado mucho el cine en estos dieciocho años?
Sí, pero ya había cambiado antes. El cine se ha visto muy influenciado por la televisión. De hecho, los nuevos realizadores, que han crecido ya con la televisión, han adoptado nuevas técnicas; hay películas rodadas prácticamente en primer plano. El 95% del cine ha evolucionado marcado por la televisión y en los últimos tiempos, por los formatos de otros soportes. No sabemos en lo que acabarán esos productos que se hacen ahora mismo para un móvil que es una pantalla pequeña, ya veremos.
Un formato de cine que usted no va a utilizar porque ni siquiera usa móvil.
Solo cuando me voy al Festival de Donostia. De hecho, no consumo casi televisión. El formato te condiciona y yo soy de cine, no solo porque la pantalla sea grande, que también, sino porque el cine es una especie de ceremonia donde no solo entras en contacto con la película, de alguna manera, lo haces también con el resto de los espectadores.
¿Siente esa unión?
Hay una especie de catarsis y moviliza de diferente manera el cerebro de los espectadores que la televisión. Soy un hijo del cine y sigo amando el cine, pero eso no quiere decir que en un momento determinado no vea una serie de televisión o no recupere una película en el televisor. Son pequeñas excepciones.
Festival de Donostia, ¿siente curiosidad por alguna película?
Por los nombres nuevos, por los que no sé lo que me van a ofrecer. Sé que entre estos nuevos habrá un porcentaje x que no será bueno, pero siempre estoy expectante ante los que no conozco.
¡Vaya empacho de cine! ¿No acaba saturado de los nueve días que va a estar en el Festival?
Yo jamás me empacho de cine. Incluso aunque las películas sean largas, incluso aunque sean muchas las películas. Nunca mezclo, tengo un cerebro blindado para ver cine y para degustarlo en todas sus dimensiones. Acusas cierto cansancio físico, pero cansancio mental para nada.
¿Un enfermo de ver cine?
Ja, ja, ja... Se podría decir que sí ya que lo planteas de esa forma. Se podría decir que soy un dependiente del cine. Si tuviera que vivir sin cine lo haría, pero sería una vida mucho más triste y poco estimulante. No me gustaría.
Lo suyo es radio, libros, música, cine..., cultura.
No creo que sea premeditado, creo que viene en mi ADN porque mi padre me decía que cuando no tenía ni idea de leer y era un bebé, me tiraba a los libros como un loco. Un bebé no medita, recuerdo en mi más primera infancia el aprender a leer rápidamente y devoraba tebeos, libros, escuchaba música, veía películas... Me viene en el organismo.