Cuando el público impaciente prepara su huida de la sala, en los compases postreros, tras la traca final, Jeff Nichols inserta dos planos fugaces, apenas dos fogonazos. Casi no hay tiempo para que el espectador pueda percibir qué es lo que en realidad ha visto. ¿Un cadáver en el agua? ¿Un hombre dormido? Entonces... ¿qué ha pasado? Todo y nada. Pero lo que importa es que en/y/con esos planos se descubre el ADN de un director por quien ya (re)suenan los timbales de la genialidad. A Jeff Nichols le ocurre lo que le sucedía al protagonista de Ridicule (1996) de Patrice Leconte. En aquel filme, ambientado en los pasillos de un Palacio de Versalles que se abismaba hacia la guillotina, el cineasta francés mostraba cómo un aristócrata, el barón de Malavoy, deslumbraba a los atónitos miembros de la corte de Luis XVI con una brillante disertación sobre la existencia de Dios. Ebrio por los suspiros de su embelesado público, el barón cometía la imprudencia de afirmar entonces que podía hacer lo contrario, demostrar su inexistencia. O sea, a él todo aquello le daba igual, lo suyo era puro sofismo. Del mismo modo Nichols ha escrito y dirigido Mud, con la suficiencia de quien tiene la receta. Sabe que domina el juego y se dirige al público apelando a su candidez. En el fondo, a él le da igual lo que pase con sus criaturas.

Nada hay más subyugante para algunos cinéfilos con el reuma llamando a su puerta que (s)acudir a/el árbol de la juventud. Aquí, Nichols, que en su anterior filme, Take Shelter, legitimaba la paranoia de un obseso de los refugios nucleares, desvalija a Stevenson y Dickens y apela al Lang de Los contrabandistas de Moonfleet. O sea Mud se adentra en el cine de iniciaciones juveniles y el despertar a la sexualidad. De hecho, hasta que no se divisa el final de Mud, Nichols se comporta como un misógino sin causa. Las mujeres en su filme, en el que está en juego la palabra del hombre y el valor del amor, se ven retratadas con desdén. Se dirá que se trata de la mirada de un adolescente. Y ciertamente habrá que añadir que tal vez, y que sí, que hay talento, oficio y brillantez. Pero hay una concesión letal a un vacuo McConaughey, pura fibra de gimnasio, y la mirada resabiada de un Nichols que habla del fango con zapatos refulgentes.

Dirección y guión: Jeff Nichols Intérpretes: Matthew McConaughey, Reese Witherspoon, Sarah Paulson, Tye Sheridan, Michael Shannon, Sam Shepard y Jacob Lofland Nacionalidad: EEUU. 2012 Duración: 130 minutos