Hay a quien los caminos del jazz le parecen inescrutables. Nada más lejos. A veces es tan sencillo como tener algo de curiosidad y, con un poco de suerte, contar con la guía de alguien, cercano o lejano, que sepa encauzar los pasos, ya sean iniciales o más avanzados. En esa senda, es el promotor cultural y divulgador gasteiztarra David Gotxikoa a quien DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA le ha pedido que se convierta por un momento en Cicerone de estas líneas para adentrarse en discos a los que sería bueno recurrir si uno está empezando, álbumes que no deben faltar en una discoteca que se precie, referencias a tener en cuenta aparecidas en los tiempos actuales y títulos que detrás esconden rarezas.
"El primer disco de jazz que me compré fue uno del cuarteto de Coltrane de los 60 en directo, es decir, en su época más libre y demencial. No entendí nada pero flipé. Pensé: aquí está pasando algo gordo en lo que tengo que profundizar", recuerda con una sonrisa Gotxikoa, que siguiendo la petición de este periódico ha escogido tres discos por categoría seleccionando álbumes no demasiados obvios y, en la medida de lo posible, que el lector pueda encontrar en ediciones económicas.
"En las últimas décadas se da un fenómeno de asimilación de la cultura con el ocio que se produce para adulterar la cultura vaciándola de contenido y haciéndola de consumo fácil y rápido, sin compromiso. Por eso a la gente le cuesta tanto acercarse a otras propuestas. Se fabrican artistas de un éxito que se pueda consumir de manera rápida y efectiva. Por supuesto que se hace jazz pegado al tiempo actual y una muestra muy clara la hemos vivido en Vitoria con Esbjörn Svensson Trio", apunta el divulgador, que asegura que "el futuro del jazz siempre ha pasado por la mezcla y en la medida que se siga mezclando de una manera comprometida, el jazz va a seguir estando vivo, aunque haya gente, como Wynton Marsalis, que decida no llamarlo jazz. Bueno, ése ya es otro debate. Llámalo como quieras, la naturaleza del jazz siempre ha estado en la mezcla. Chet Baker decía en los 80 que la gente estaba más interesada en que un batería de rock le golpease en la cabeza que en escuchar y que eso iba a terminar distanciando a los músicos de los espectadores. Y lo estamos viendo".
Para no iniciados
Si hasta ahora, nada de nada
Con la intención de proponer una entrada para nada traumática en el género, Gotxikoa recomienda tres referencias que pueden ser una magnífica puerta abierta a aquellos que quieran dar sus primeros pasos dentro del jazz. "He pensado en cosas muy asequibles, que tengan un componente de swing o voz".
Para empezar está Ella & Louis (Verve, 1956), álbum que reúne, como bien indica el título, a Ella Fitzgerald y Louis Armstrong con la compañía de Oscar Petterson, Herb Ellis, Ray Brown y Buddy Rich. Es decir, casi nada. "Me gustan las voces menos luminosas, más turbias, como Billie Holiday, Dinah Washington y Nina Simone, pero es que Fitzgerald es perfección y es muy adictiva. Además, está Armstrong, que es el tatarabuelo del jazz, es el jazz".
Siguiendo con la voz como acompañante de este inicio y en un contexto de swing clásico aparece The Complete Legendary Carnegie Hall Concert (Phoenix, 1938) de Benny Goodman. "Hay interpretaciones, como la de Sing, Sing, Sing, que pertenecen al imaginario colectivo incluso de gente que no ha escuchado jazz gracias, por ejemplo, a las películas de Woody Allen. Te evoca una cultura y una época muy concreta, muy apetecible de visitar", apunta Gotxikoa, consciente de que hubo orquestas anteriores y posteriores más importantes como las de Duke Ellington o Count Basie "pero creo que no hay nada más asequible que esto. Es música bailable, optimista y despreocupada. Es que era la música pop de entonces".
Cierra el trío solicitado The Sidewinder (Blue Note, 1963) de Lee Morgan. "Este disco fue un pelotazo en su momento, como el canto del cisne del jazz como música popular. A partir de entonces se empezaron a imponer otros sonidos como el de la Motown que hicieron que el jazz perdiera el favor del gran público", apunta el divulgador, que recuerda que el álbum fue el inicio para Blue Note de un enorme catálogo de trabajos con un marcado carácter de soul, blues, gospel... títulos "que tal vez por ser muy asequibles para el gran público no están muy bien considerados dentro de la sección más gafapastil del jazz". En el tintero se le quedan referencias como Hot Five y Hot Seven de Louis Armstrong o las grabaciones del Quinteto Hot Club de Django Reinhardt y Stephane Grappelli, pero la selección está acotada.
Imprescindibles
Los que sí o sí... o sí
Partiendo de la base de que todo listado de este tipo nace de un criterio subjetivo, Gotxikoa ha querido ir más allá de los títulos que siempre se nombran, los emblemáticos, "priorizando a los improvisadores sobre los compositores, aunque eso suponga dejar a un lado a gente importantísima como Duke Ellington o Thelonious Monk".
Y el repaso empieza fuerte de la mano de Dizzy Gillespie y Charlie Parker y su Town Hall, New York City, June 22, 1945 (Uptwon, 2006), una grabación que en realidad vio la luz hace pocos años. "Están los dos muy jóvenes, en un momento de apogeo del be-bop, y ambos se muestran incendiarios, colocadísimos y reiventando el jazz". "Como siempre en épocas de crisis, y aquí estaban en la II Guerra Mundial, no había dinero para cultura así que sólo eran rentables, en realidad, dos o tres big bands. Así nacieron pequeños formatos compuestos por gente muy joven que quería forzar la evolución del lenguaje improvisatorio y entrar en el be-bop, que también era un desafío deliberado a los músicos blancos para ver si estaban a su nivel. En ese momento el jazz se convirtió en un arte más comprometido que exigía una escucha más atenta, consciente, intelectual".
Otro nombre propio, Miles Davis y, en este caso, su Milestones (Columbia, 1958). "A Miles siempre lo he comparado con David Bowie en el sentido de que nunca inventó nada pero siempre estuvo el primero para abanderar los cambios" y la elección de este álbum no es casual aunque de esta época siempre se mencione Kind of Blue. "En este disco ya está su quinteto clásico y están madurando el sonido de lo que vendría después. Aquí están justo en ese instante y es impresionante". Y otra característica esencial para destacar este título: "Miles siempre marcó tendencias tanto en su aspecto como en lo musical y aquí, aunque no se llevaban bien en lo personal, quiso reivindicar a Monk como compositor".
Y como no podía ser de otro modo, cierra la terna John Coltrane y su Giant Steps (Atlantic Records, 1960). "A partir de él, cada músico que se pone a tocar el saxo tenor está influenciado sí o sí por Coltrane. Es imposible escapar a su influencia porque él lo cambió todo. En este disco se ve por primera vez a un Coltrane que está a punto de saltar al vacío. Son improvisaciones larguísimas, diciendo muchas cosas, en las que él experimenta haciendo cosas muy complejas desde un punto de vista técnico, aunque supeditando todo a un estado anímico de espiritualidad que es lo que hace a Coltrane un músico único".
Entre lo último
Reciente y destacable
El jazz es un género ya centenario pero inagotable. Y no hace falta estar de manera permanente volviendo la vista a décadas pasadas para encontrar buenas referencias de su estado de salud. Por eso se bucea en los últimos años para destacar tres referencias que Gotxikoa quiere subrayar entendiendo que los gustos personales tienen un gran peso.
El primer disco es El Caminero (Bost, 2012) de Pablo Martín Caminero, una autoedición, acompañado de un DVD, "que es un discazo muy inspirado, muy bien compuesto, arreglado, interpretado... Además, con un quinteto de altura con Perico Sambeat, Toni Belenguer, Abe Rábade y Borja Barrueta. Es una pasada y hay que reivindicar lo nuestro sin complejos".
Está también Water (Motém, 2010) de Gregory Porter, aunque el cantante norteamericano está a punto de editar un nuevo álbum con Blue Note, sello que parece querer dar un nuevo giro a su trayectoria. "Hay muy pocos vocalistas masculinos y que sean originales, menos. Porter es ortodoxia y autoridad con una voz muy madura. En este disco, por ejemplo, hay un tema que se llama 1960 What? que te pone los pelos de punta". Por cierto, el que quiera verle tendrá la oportunidad de hacerlo en el próximo Festival de Jazz de Donostia (actúa el 24 a las 20.00 horas en el exterior del Kursaal).
Para completar esta categoría, aparece un nombre que hoy mismo tocará en Mendizorroza, Bill Frisell, y además con el álbum que sirve como excusa para su paso por la capital alavesa, Big Sur. "De disco a disco cambia de una manera brutal, pero siempre suena a él. Tiene una discografía para disfrutar y descubrir. Y su última referencia es fabulosa. Además un disco que incluye una canción titulada We all love Neil Young ya merece mi atención", dice entre risas.
Sin red
Rarezas de primer orden
Por unas razones o por otras hay discos que unos llamarán diferentes y otros raros. Sea como fuere, este amplio aunque constreñido repaso al que se le ha invitado a Gotxikoa se cierra con ellos.
Electric Bath (Columbia, 1967) de The Don Ellis Orchestra aparece aquí porque "es un disco muy bastardo que es hijo de su tiempo, finales de los 60, es decir, muy influenciado por Jimi Hendrix, por toda la cultura ácida de San Francisco... Es muy psicodélico pero a la vez vibrante, divertido, irreverente. El jazz quiere sentirse joven. De hecho, hay una anécdota muy buena con este grupo ya que tras actuar en un festival en Monterey, el resto de grupos se negaron a tocar porque The Don Ellis Orchestra había reventado el escenario con su energía y creatividad".
Junto a ellos también señala Psychicemotus (Impulse! 1965) de Yusef Lateef. "Siempre tuvo un sonido muy poético a un nivel altísimo. Es alguien que siempre me ha emocionado mucho aunque tanto él como otros de su generación estuvieron un tanto a la sombra de Coltrane, Sonny Rollins y, un poco después, Wayne Shorter".
Para completar esta sección se encuentra Conversations with myself (Verve, 1963) de Bill Evans. "Es un indispensable en la historia del jazz que reinventó el concepto de trío de jazz. Cuando murió Scott La Faro, estuvo alternando distintas formaciones y en esa época está este disco que es el más curioso de todos. Lo que hizo fue grabarse solo y después regrabarse para superponer capas de piano de tal forma que le estás escuchando tres pianos al mismo tiempo".