Bilbao

LA última jornada del Bilbao BBK Live siguió la senda de las dos primeras. Mucho público (cerca de 35.000 personas), buen ambiente y música para saciar los paladares más exigentes. Sumando las tres jornadas y a falta de confirmación oficial, el festival bilbaíno podría alcanzar nuevamente los 100.000 participantes, cifra que se rebasó por primera vez en 2011 (103.083 visitantes) y que volvió a conseguirse en 2012, rozando los 110.000 aficionados.

La marabunta de visitantes ha sido noticia durante estos días, pero no podemos olvidar el aspecto musical de un festival que se ha convertido en referente a nivel estatal. A la espera de la salida a escena del trío estadounidense Green Day (prevista para las 11.40 de ayer), la tercera, multitudinaria y última jornada del Bilbao BBK Live estuvo protagonizada por dos grupos internacionales antagónicos, entre los que se coló uno de los nuestros, Fermín Muguruza, con su propuesta bailable y caliente, entre el hedonismo y la denuncia. De un lado, el punk y rock garajero, festivalero y participativo de los suecos The Hives, que se tiraron como dráculas a la yugular de sus fans; y del otro, el pop fresco, exótico y melódico de los vampiros estadounidenses Vampire Weekend.

Aunque sean jóvenes, los cuerpos aguantan lo que aguantan. Por ello, en la última jornada del festival, también marcada por el calor y el cielo nublado y amenazante, los fans se fueron incorporando pausadamente a las propuestas vespertinas, todavía minoritarias frente a los escenarios que ocuparon Jamie N Commons, White Denim y Syberia. La tarde empezó a "incendiarse" -¡y de qué manera!- cuando se acercaban las 20.00 horas. La misma de la tormenta del día anterior. En este caso, el vendaval lo protagonizó el furibundo grupo sueco The Hives, bien conocido en Euskal Herria, donde se recuerda con agrado cada una de sus visitas.

The Hives molan mucho? si te gusta el rock´n´roll clásico. En su vertiente acelerada, punk y de rock con savia "garajera". Y ayer no decepcionaron. Salieron a escena cobijados entre la banda sonora de 2001 filtrada por aires de película de terror de serie b y un gran telón tras el escenario donde se podía observar a un titiritero manipulando unos hilos. Como el quinteto sueco, que se metió en el bolsillo e hizo saltar, moverse, botar y cantar a los miles de fans desde el minuto cero de su actuación, que se inició con Come on!, el tema spídico y certero -apenas un minuto- con el que abren su último disco.

Alguien que empieza así, con esa potencia y pisando fuerte, tiene que estar muy seguro de su repertorio. The Hives lo están. Y con razón. Maqueados como siempre, con sus trajes de gala -de mariachi y sin sombreros de copa- pálidos pero vitaminados, especialmente su imponente y activo cantante, ejercieron de Dráculas rockeros. De los que no sueltan al oponente cuando su colmillo se hunde en cuello ajeno. No lo hicieron en Kobetamendi con un furibundo repaso a su discografía, ya pródiga en clásicos, alguno incluso usado en spots televisivos, y una buena ración de su todavía reciente Lex Hives. Y bien que lo agradeció la "peña", que no paró ni un momento. Imagina a un perro de presa que te agarra de? los mismísimos. Así recibimos los puñetazos de riffs garajeros que propusieron con Main offender o Hate to say I told you so. No abandonaron la presión con la velocidad hardcore de 1.000 answers y el saltarían Won´t be long -casi pop, dada la dureza de sus compañeras de repertorio-; e hicieron sangre con las palmas precisas de Go right ahead antes de la explosión final de un Tick tick boom con el que presentaron al grupo y que funcionó como una declaración de principios. Toda una bomba liderada por un cantante divertido e imparable -se movió más que un Mick Jagger juvenil y pasó más tiempo entre los fans, abrazado y jugando con ellos, que arriba, comunicándose en un splanglish digno del "club de la comedia"- y un grupo cuyo raka raka nunca sonó virtuoso pero sí intenso. Lo necesario para "volar" la cabeza de más de 25.000 seguidores, a los que dejó el cuerpo -y los (ejem) mismísimos- malherido con tanto bote y guitarrazo fiero. Una de las delicatessen de ayer fue Sr Chinarro, el vehículo musical del compositor, guitarrista, cantante y también escritor andaluz Antonio Luque. "Hoy es el aniversario de lo de Gibraltar. ¿Y si arreglamos el problema dejando que invadan el resto", colgó ayer en su Facebook Luque, artista querido por el indie estatal. Pues eso, genio y figura. En el bolo, que vimos incompleto porque resultó complicado localizar el autobús sobre el que actuó, ofreció una buena ración de frases mordaces -"soy tu amigo, el especial", "habrá que hacer el amor"- y un repaso, a ritmo de pop, rock y aires hispanos, a su longeva discografía, incluidos hits como Una llamada a la acción y algo de su reciente Enhorabuena a los cuatro. Al contrario que en sus últimas visitas, se presentó con la banda al completo, sonando eléctrico y afilado, acercándose al sonido de sus discos.