Pamplona. En su nuevo trabajo, "una obra de la invención y de la memoria" con numerosa apoyatura documental, Miguel Sánchez-Ostiz encara las consecuencias de la Guerra Civil en Navarra, un territorio donde no hubo frente, pero sí "represión y crímenes impunes". El Escarmiento (Pamiela) deja de manifiesto que este asunto no es en absoluto pasado y permanece "muy vivo" hoy.
Para Txema Aranaz, editor de Pamiela, la mayoría de los libros que abordan esta cuestión lo hacen desde la distancia del tiempo. Sin embargo, El Escarmiento tiene "un punto de vista diferente", ya que "habla de lo que sucedió desde el presente", y de ese modo, "muestra cómo aquellos hechos siguen afectando a nuestras vidas". En su opinión, otra de las virtudes de la novela es que constituye "un compendio de todas las cosas importantes que sucedieron entonces", proporcionando a cualquier persona una visión general de lo acontecido sin la necesidad de tener conocimientos previos. En cuanto al valor de esta obra en el conjunto de la extensa trayectoria de Sánchez-Ostiz, Aranaz subraya que se trata de "la más ambiciosa que nos ha ofrecido hasta la fecha".
Un tema que turba
De un episodio novelesco a una toma de conciencia
El autor pamplonés agradece estas palabras y confiesa que afrontar este tomo no ha sido fácil. "Me ha costado mucho escribirlo. Los que han estado a pie de fosa sabrán cómo se pasa -yo solo he estado en una y ya estaba excavada-, solo puedo decir que había días en que salía muy tocado del Archivo de Navarra después de ver las denuncias que se ponían entre vecinos. Algunas son escalofriantes". Y es que, el escritor reconoce que este es un tema que "da respeto, que turba", y del que "no se puede escribir de una forma tranquila". Aun y todo, junto a El Escarmiento, Sánchez-Ostiz ha elaborado otro trabajo, El Botín, que verá la luz dentro de unos meses y en el que aporta pruebas para afirmar que la guerra "fue un negocio".
En el caso del volumen que ya esta en librerías, el autor cuenta que comenzó a redactarlo en 2005, aunque el resultado final nada tiene que ver con el planteamiento inicial. Entonces partió de la curiosidad que le causó saber que los diarios del general Mola fueron sustraídos de su despacho el mismo día en que este murió en un accidente aéreo. "Incluso la viuda se los pidió más tarde a Franco", cuenta. Pero "tal y como se ha ido acelerando nuestra vida política, social y cotidiana en los últimos dos años, ahora ese asunto de los diarios me importa un carajo". "Tanto el pasado como el presente nos zarandean por las solapas y a mí no me permiten enredar más en este asunto", insiste. Sobre todo porque "lo más importante" es explicar los efectos de aquellos hechos en Navarra y cómo los vivieron y viven los familiares de las víctimas, "víctimas ellos también". Eso sí, aclara que esto "no es una novela histórica, eso se lo dejo a los historiadores", pero sí es una novela, "una puesta en escena" en la que "los personajes se proyectan como sombras en el gran fresco de la historia", y desde el presente descubren lo que sucedió en el pasado. Entre esos personajes, "pintorescos", como acostumbra, hay investigadores, académicos, hijos y nietos de represaliados y algún que otro superviviente "que todavía sostiene que aquello fue una cruzada, que estuvo bien hecho y que volvería a hacerlo".
Queda claro, pues, que la Guerra Civil y sus consecuencias son una "materia viva", y bien lo sabe Baltasar Garzón, "víctima de un escrache político y jurídico de espadachines de la Ley de Enjuiciamiento Criminal". Según el escritor, con la retirada de la querella del juez, "se perdió la última oportunidad de saber qué fuerzas en concreto intervinieron en la represión del 36, 37 y años posteriores" y "de "abrir todos y cada uno de los archivos". Además, si el tema no estuviera vivo, "no habríamos tenido ocasión de asistir a un espectáculo tan bochornoso como el de hace 15 días, cuando Falange Española demandó a un periodista que les involucró en actividades genocidas en el 36"; ni aparecerían pintadas fascistas en monumentos y otros lugares. La memoria histórica escuece, "suscita incomodidad" en algunos sectores, los mismos que dicen que hay que dejar de remover y pasar página.
Documentación exhaustiva
Apellidos conocidos
Quienes reclaman el olvido son para el autor los mismos que no han tenido nunca una voluntad auténtica de conciliación y seguramente los mismos que piden que se aborde este asunto "con objetividad, sin sectarios". Como si eso fuera posible, porque "no hay quien no utilice la Guerra Civil como munición para sus luchas del presente".
Uno de los aspectos más destacables del libro es su abundante y exhaustiva documentación, procedente de las hemerotecas de Arriba España y del Diario de Navarra, cuyo director, Garcilaso, "fue el brazo derecho incontestable de Mola", y de archivos y de libros. Además, el autor también se ha nutrido "de lo que me contaron de niño, de lo que fui sabiendo de mozo y de mi primer contacto con el asunto a través de diversas lecturas". Todo, para reflejar en este relato que va desde la llegada de Mola en marzo del 36 hasta la toma de Irun en septiembre de ese mismo año el clima de "miedo, violencia y arbitrariedad" que se extendió por Navarra, donde se tiraban los cadáveres a las cunetas, "y se tardaban en enterrar para producir escarmiento, pánico y terror".
Durante la investigación, Sánchez-Ostiz ha debido superar escollos desagradables como encontrarse con nombres y apellidos de padres de amigos, de parientes y de vecinos. Pero lo asume. "Esa es la dificultad de escribir un libro de estos desde Pamplona y no desde Madrid o desde Manhattan", dice. Y ese es precisamente el compromiso de esta obra: "Aquí estamos escribiendo de algo que les pasó a los nuestros, fueran de un bando o de otro".