Recordar a un poeta con versos. Es lo suyo. O por lo menos así lo entienden los amigos, colegas y lectores de Mariano Iñigo que ayer se reunieron en la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa para recordar la figura y la obra del autor palentino de nacimiento aunque gasteiztarra de adopción con un recital que, a su vez, sirvió como punto de partida a la exposición que sobre las creaciones y la persona del escritor se ha abierto en el mismo lugar hasta el 17 de junio.
A mediados del pasado mes de diciembre, la palabra de Iñigo se detuvo para siempre, dejando tras de sí innumerables vivencias, recuerdos, conversaciones, versos, dibujos, reflexiones... muchas de ellas sentidas en las calles o en los bares, donde compartía con los cercanos y los desconocidos un carácter especial, con todo lo bueno y lo malo que eso conlleva, una manera de entender la creación y la vida propia y complicada. Pero eran esos recovecos en ocasiones insondables los que hacían del escritor quien era. Por eso tras su marcha no hay espacio para el reproche si no, como sucedió ayer por la tarde, para el recuerdo consciente de que ni todo es blanco, ni todo es negro.
El homenaje se llevó a cabo, además, en la primera jornada del festival Poetas en Mayo, una nueva iniciativa que a lo largo de esta semana se va a desarrollar en diferentes puntos de la capital alavesa. Tal vez no haya mejor comienzo para algo nuevo que saber valorar a los que tanto aportaron antes.
De todas formas, el recuerdo en este caso tiene dos partes. Por un lado está el recital que tuvo lugar ayer, un maratón de versos que no duró las cinco horas que rezaba su título pero que sirvió para reunir a muchos compañeros del camino creativo del autor. Y no sólo hubo palabra, sino también otras artes como la música o el teatro puesto que los que intervinieron venían de diferentes lenguajes culturales y con ellos se expresaron.
Una imagen del poeta reinó en todo momento desde el escenario. Pero su palabra no se quedará en lo vivido ayer, como no se detuvo en diciembre. En las páginas de sus libros seguirá esperando, con toda su crudeza y desnudez, a los lectores, a esa gran minoría.
Claro que el recuerdo tiene otra parte y ayer también se inauguró la exposición que recoge otras facetas del poeta, una muestra comisariada por Brenan Duarte y realizada a partir de los materiales encontrados en una gran caja que Iñigo entregó a su albacea, Natalia López de Munain.
Tres de los cuatro espacios en los que se divide la exposición acogen, entre otros materiales, los moñoños creados por Mariano, pequeñas y sencillas piezas realizadas en papel y con rotuladores. Junto a esas obras hay recortes de prensa escrita, fotografías personales, entrevistas radiofónicas... A esto hay que añadir una cuarta referencia para el visitante, una sala se proyectan diferentes propuestas audiovisuales, como un curioso cortometraje donde el poeta se convierte en actor.