madrid. El realizador madrileño Fernando León de Aranoa debuta en la literatura con una selección de relatos cortos que él describe como "dragones" que fluyen "como terapia, como un desahogo frente al cine" y con toda la honestidad de su propio yo interior.

Aquí yacen dragones (Seix Barral), el título elegido por Fernando León, son "pequeñas ideas que se me han ido ocurriendo, ficciones que me apetece tratar pero que el cine no me lo permite", explica. El cineasta, que atesora premios Goya desde su debut con Familia (1996), se ha pasado a la literatura, pero solo de momento. "Esta ha sido una escritura adúltera, practicada a ratos, de espaldas a la escritura cinematográfica. Realizada a partir de historias, apuntes, ideas, que he ido acumulando en las pausas de los rodajes, en las salas de postproducción, en aviones y estaciones", describe al lector en el prólogo. Son, en total, 114 relatos, algunos de varias páginas con historias que sobrecogen, rebelan o ponen nostálgico y otros, de apenas unas líneas, donde se cuentan vidas enteras o simplemente juega con las palabras: "Era un orador experto, divertido, brillante, perspicaz, hábil, profundo y cautivador, pero le sobraban adjetivos", por ejemplo.

"Y he desechado por lo menos otros cuarenta", desvela León, que reconoce su deseo de escribir una novela "cuando sea mayor". Su estilo, que recuerda por momentos a los mundos fantásticos de Juan José Millas (que anoche presentó su libro en sociedad junto a Joaquín Sabina), tiene en común con él "esa necesidad de explicar lo más cotidiano, lo más prosaico, lo más mezquino, incluso, utilizando como arma la fantasía o la imaginación", declara. "Me conformo con intentar las cosas, me hace mucha ilusión publicar este libro", asegura León de Aranoa, que conserva su melena rebelde recogida en la misma distraída coleta que sorprendió a los académicos en 1998 cuando, con sus 1,98 metros de altura vestidos de negro, subió a recoger su Goya como mejor director novel con apenas 30 años. Eso sí, ahora con algunas canas.