EL martes se celebró en el Parlamento español una sesión política sin precedentes en el historial de semejante institución, que es templo de la palabra, debate y dialéctica política y cuya actividad queda recogida en los diarios de sesiones de las dos Cámaras, Congreso y Senado. La comparecencia del máximo responsable del BCE en dicha institución para iluminar al personal sobre las medidas y visiones de la marcha de la brutal crisis que nos azota, se ha celebrado a puerta cerrada, sin presencia de las funcionarias taquígrafas que recogen las intervenciones. Es un disparate, un engaño a los ciudadanos y una sobreprotección no se sabe de qué peligro acechante a esa presencia que ha escamoteado los contenidos explicativos de Mario Draghi a los representantes de la soberanía nacional, siendo el pueblo quien realmente requiere las explicaciones del citado mandatario. La necesidad de bloquear, de aislar la sala, de evitar que los contenidos se escaparan llevó a los servicios técnicos del Congreso a establecer una red de máquinas inhibidoras para impedir que el acto fuera retransmitido y los móviles dejaran de funcionar. Esta alocada actuación de querer poner puertas al campo de la tecnología debe de responder a criterios de alto riesgo nacional o de claves profundas de la estrategia del BCE y por ello este secretismo e intento de bloquear la sede parlamentaria en burda imitación del conclave cardenalicio para elegir sucesor de Pedro. Es un ejemplo manifiesto de ataque a la democracia, de estúpida restricción informativa para los medios y ciudadanos que no acaban de entender una actuación incompatible con los tiempos que corren con el descrédito absoluto de los representantes encerrados. A pesar de las medidas, terminada la sesión el video del acto ya estaba colgado en internet. Es que no se enteran.