Donostia
EL 11 de octubre de este año se cumplieron 25 años de la muerte de Koldo Mitxelena, insigne lingüista y filólogo de reconocido prestigio no sólo en el País Vasco, sino más allá de nuestras fronteras tal como demuestran su estancia docente en La Sorbona entre 1968 y 1970, o la Cátedra de Lingüística Indoeuropea que ocupó en la Universidad de Salamanca. Por otra parte, el 24 de noviembre de este año se han cumplido 30 años de la aprobación por el Parlamento Vasco de la Ley Básica de Normalización del Uso del Euskera (publicada en el BOPV el 16 de diciembre de 1982). Dos acontecimientos que, a primera vista, no guardan mayor relación, pero que están íntimamente ligados. No sólo porque en 1977 Koldo Mitxelena deja Salamanca y se traslada al País Vasco a crear la Facultad de Filología, Geografía e Historia y mantiene un estrecho contacto (y una profunda amistad) con Pedro Miguel Etxenike, el joven consejero de Educación, Universidades e Investigación del primer Gobierno vasco; sino, sobre todo, porque Mitxelena fue el artífice de la unificación de la lengua vasca, del euskara batua.
Es a él a quien la Academia de la Lengua Vasca, Euskaltzaindia, solicita el informe que se debatiría en el Congreso de Aranzazu, 1968, el punto de partida de la unificación. Los trabajos realizados para entonces -su tesis doctoral sobre Fonética Histórica Vasca, obras como Lenguas y Protolenguas, El Pasado de la Lengua Vasca, Textos Arcaicos Vascos, Historia de la Literatura Vasca o Apellidos Vascos, unidas a los innumerables artículos publicados-, su docencia en París y en Salamanca, le habían dotado de un conocimiento técnico que ninguna otra persona poseía para abordar la unificación del euskera.
Y si quien ha comenzado a leer estas líneas se está preguntando qué relación tiene la unificación del euskera con la aprobación de la Ley de Normalización de dicha lengua, oigamos al propio Koldo Mitxelena: "Está claro que la lengua, o más bien quienes la empleamos, se encontraba ante dos clases de escollos. Está, en primer lugar, el problema de la lengua misma, de su normalización y de su adecuación a las necesidades actuales. Viene en segundo el problema social y político de su promoción como medio de expresión y comunicación en el seno de una comunidad. Ambos están estrechamente relacionados, ya que ninguna consideración teórica, por sí sola, puede modificar su suerte en un sentido o en otro, pero, con todo, la lengua que se intenta conservar debe poseer ciertas condiciones intrínsecas que aparten los obstáculos con que va a tropezar su uso, y no los apilen y acumulen" (El largo y difícil camino del euskara). Esa fue la ingente labor de Koldo Mitxelena, guiar los pasos que había que dar para que el euskera tuviese las condiciones intrínsecas para su promoción. Y ello exigía, necesariamente, la unificación.
"SIN UNIDAD, NO PERVIVIRÁ" En una época revuelta, con una gran controversia sobre la propia necesidad de proponer un euskera unificado (basta repasar la hemeroteca de aquellos años, o leer los trabajos del propio Mitxelena, o de Luis Villasante), él no tuvo la menor duda: "La unificación de nuestro idioma no es suficiente, ni remotamente, para que perviva el euskera; no es suficiente, pero sí necesaria, puesto que, sin unidad, no pervivirá en este mundo de hoy ni en el de mañana. Aun logrando la unificación, puede perderse; sin unidad, está perdido de antemano. Y ésta opinión no es únicamente mía, sino de multitud de vascos. Pregúnteselo usted a cualquier lingüista, y verá cuál es su respuesta" (Pro domo). Una idea, una firme convicción que repetirá una y otra vez, intentando convencer a la sociedad que la unificación era absolutamente necesaria.
Antes de continuar debo aclarar que quien esté interesado puede acceder fácilmente al pensamiento y a las obras de Koldo Mitxelena. Contamos, por un lado, con la recopilación de sus Obras Completas en XV tomos llevada a cabo por Joseba Lakarra e Iñigo Ruiz Arzalluz y publicadas en 2011 por el Seminario de Filología Vasca Julio de Urquijo, la Diputación Foral de Gipuzkoa y la Universidad del País Vasco. Una recopilación de artículos suyos absolutamente recomendables fue publicada en euskera y en castellano por la Diputación de Gipuzkoa y la editorial Alberdania en 2001, Mitxelena gure artean / Mitxelena entre nosotros (las citas que incluyo están tomadas de los artículos indicados entre paréntesis, de la publicación en euskera o en castellano). A todo ello hay que sumar Hablando con los vascos de Martin Ugalde y Koldo Mitxelena de Eugenio Ibarzabal, sendos libros que permiten conocer la opinión de Mitxelena sobre múltiples aspectos.
Quien se adentra en sus artículos se da cuenta que era perfectamente consciente de que la unificación tendría un precio -ya lo reconoció explícitamente en la Ponencia que elaboró para el Congreso de Aranzazu-, porque "La unidad, cualquier unidad, trae consigo una pérdida: no será, al menos en sus inicios, el idioma materno de nadie, se le adherirá forzosamente cierto aroma de esperanto, habrá de mostrarse en público desprovisto de ricos matices. ¿Qué es, a pesar de ello, mejor? ¿Un defectuoso euskera de este tipo o uno que no sea de ninguna forma, porque yace muerto?". Él, indudablemente, quería un euskera vivo. Y era consciente, como él mismo dice, de que se metía en un buen embrollo, que se echaba a los hombros una gran responsabilidad. Aun así, "Aunque no lo deseaba, me decidí a entrar porque me creí en el deber de hacerlo. Ciertamente, resultaba más claro que la luz del sol que alguien debía comenzar, y, si era preciso involucrar a alguien, ¿cómo podía yo desoír la llamada? Esto es precisamente lo que he aprendido antes de la guerra, durante la guerra y en la posguerra: no se puede dar a nadie ninguna orden que no esté dispuesto a cumplir el mismo que la imparte. Comencé, por tanto, con desgana y de mal talante; no, sin embargo, contra lo que la conciencia me pedía y aun me ordenaba" (Anotaciones de última hora).
A la hora de abordar la unificación son de resaltar, en mi opinión, dos criterios: empezar por las cuestiones más sencillas, y dejar para más adelante la mayoría de los ámbitos que implica la normalización de una lengua; y, cuando hay que elegir entre las diversas formas dialectales, ver dónde radica la fuerza de la lengua. En lo que se refiere al primer criterio, en los años posteriores al Congreso de Aránzazu se unificó la ortografía, la declinación de los demostrativos, los paradigmas de la declinación (por utilizar la terminología de la época), se elaboró una relación de palabras que debían escribirse con H, y se unificó el paradigma verbal. Sin embargo no se ha olvidado que "La normalización supone regular la adaptación y creación, que no es nunca creación ex nihilo de vocabulario (derivación y composición, no solamente flexión nominal y verbal), y en último término tiene que afectar a todos los niveles de la lengua que van desde la grafía hasta la sintaxis y el orden de las palabras en la frase" (Anotaciones de última hora). Todo un programa de trabajo que Euskaltzaindia ha ido desarrollando y guiando durante las últimas décadas y al que han contribuido las universidades e innumerables agentes sociales.
En cuanto a la unificación del paradigma verbal es el banco de pruebas donde hubo que aplicar el criterio sociolingüístico de la fuerza del euskera. "Las diferencias verbales no tienen, sin embargo, remedio ni solución: se deberá optar, ineludiblemente, por un modelo y desechar el otro. (?) La fuerza que puede tener nuestro débil idioma reside fundamentalmente en el sur y, con más precisión, en la zona central del sur. No quisiera yo un euskera unificado que no fuera de nadie; necesitaríamos uno que fuera de todos, o, si ello no fuera factible, al menos de algunos, de tantos como sea posible" (Anotaciones de última hora).